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Amando de Miguel

Los signos de la escritura

Desgraciadamente los llamados “creativos” hacen todo tipo de barrabasadas con los signos de la escritura.

Todavía colea lo de la tilde en las mayúsculas. Antonio del Saz opina que el periódico EL PAIS escribe así su cabecera, sin tilde, porque es de la época predigital. No estoy de acuerdo. La verdadera historia está contenida en un libro reciente de José Luis Gutiérrez. Todo empezó por el título de un libro de Máximo, cuya tipografía se calcó para la cabecera del periódico. Nadie se dio cuenta del error y así quedó para los restos. Por otro lado, el verbo rectificar jamás lo conjuga El Pais.
 
Fernando Rodríguez Fernández (León, ingeniero agrónomo) me dirige una leve reprimenda al proponer yo que el PK (punto kilométrico) sea sustituido por K (Kilómetro). Por lo visto, la sigla aceptada de kilómetro es km (con minúsculas). K (mayúscula) es “grados Kelvin”. Agradezco la información. Veo luego que José Manuel (Pontevedra) y José Luis Fernández Piñero me hacen la misma observación. Lo que hace el saber.
 
Joaquín González (Madrid) denuncia la decadencia de los signos de apertura en la admiración (¡) o en la interrogación (¿). Aporta el ejemplo del nuevo periódico gratuito QUÉ!, al que le sobra el signo admirativo de cierre o le falta el de apertura. Tiene razón mi comunicante. Desgraciadamente los llamados “creativos” hacen todo tipo de barrabasadas con los signos de la escritura. El más llamativo y lamentable es el de hacer girar algunas letras hasta hacerlas irreconocibles. De esa forma el marbete se convierte en una especie de charada. Recuerden lo de una marca de tienda de juguetes realmente impronunciable. En inglés decente tendría que ser Toys are us, (que ya es idiota la frase), pero lo que se escribe es un jeroglífico.
 
Un (o una) corresponsal con el sobrenombre de “Gurdiales” expresa asimismo su indignación por el título del periódico Qué! Con esa medio admiración. La verdad es que la doble admiración (¡!) o interrogación (¿?) es un rasgo tan característico del español como la letra eñe. Sería una lástima que se perdiera.
 
Antonio Benítez-Donoso me pide un consejo para introducir con propiedad las oraciones subordinadas. “Con frecuencia suelo abusar de ellas separándolas entre comas. Sin embargo me parece que también es posible separarlas mediante guiones o paréntesis. ¿Cuál es la forma más correcta?”. El principio es que cada frase con un verbo principal, aunque sea implícito, esté entre comas, puntos, guiones largos o paréntesis, entre otros recursos. Pero a veces esas separaciones se consiguen con una partícula (conjunción, relativo, etc.). Todo va según gustos. A mí me satisface hacer uso de la coma o el punto todo lo posible, incluso el punto y coma, que en la práctica ha casi desaparecido. Otra norma que me aplico es que ninguna frase entre punto y punto tenga más de 30 palabras. Pero cada maestrillo tiene su librillo.
 
Lucía Angélica (Buenos Aires, Argentina) se extraña de que yo escriba el adverbio solo sin tilde. Así lo permite la Real Academia Española, que se escribe RAE sin más ringorrangos. Doña Lucía me plantea la duda de si el punto final debe escribirse antes o después de las comillas o el paréntesis. Las dos son correctas, pero yo prefiero el punto al final. Por eso se llama así. En cambio, las comillas las pongo al final si la frase termina con admiración, interrogación o puntos suspensivos. Sobre el particular mantengo una pelea continua con los maestros impresores. Otra duda que tiene doña Lucía es el nombre verdadero de Fray Josepho. No es un anónimo, como ella supone, sino un pseudónimo literario, en la más noble tradición de la Literatura.
 
Por una vez no voy a citar el nombre de mi corresponsal. Es “de la zona de San Sebastián (Guipúzcoa)”, y prefiere no mencionar su nombre. Aduce: “No está la cosa como para que aparezca el nombre de uno y te relacionen con según qué medios”. ¡Atiza! Una de las consultas del innominado vasco es si la notación romana para el número cuatro es IIII o bien IV. Las dos funcionaron en el imperio romano, aunque la notación IIII es la etrusca originaria. Es evidente que se trata de cuatro dedos de una mano. La operación de restar “un dedo menos una mano = cuatro” (IV) es un poco más abstracta y evolucionada. Hoy sería la correcta. Puesto que en el fondo seguimos contando con los dedos de una mano, los cuatro dedos significan el 80%, es decir, casi todo. No hay más que fijarse en las veces que los políticos repiten ese número mágico del 80%. Quieren significar “casi todo”. La mano abierta quiere decir “todo”, “sin reservas” (saludo romano y luego fascista). El puño cerrado equivale a “todos unidos” (saludo socialista, comunista y de otros parientes). Lo del lenguaje de los dedos me llevaría muy lejos. Baste por hoy.

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