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Ignacio Cosidó

Madrid-Washington vía París

Para hablar con el actual Gobierno español es mejor dirigirse directamente a París. Uno no tiene necesidad de hablar con un subordinado, Zapatero, cuando tiene la posibilidad de negociar directamente con el Jefe, Chirac

La secretaria de Estado norteamericana, Condolezza Rice, visitó esta semana ocho países europeos, pero España no estaba en la lista. El presidente Bush tampoco encuentra unos minutos para departir en la próxima cumbre de la OTAN con su homologo español, Rodríguez Zapatero. En contra de lo que muchos piensan, no se trata de gestos de venganza o castigo por la retirada de Irak o el desplante de ZP a su bandera. El problema es que para hablar con el actual Gobierno español es mejor dirigirse directamente a París. Uno no tiene necesidad de hablar con un subordinado, Zapatero, cuando tiene la posibilidad de negociar directamente con el Jefe, Chirac.
 
El presidente español hizo todo cuanto pudo para que Bush saliera derrotado de las elecciones de noviembre. No sólo retiró las tropas españolas de Irak en el momento más inoportuno para la Administración norteamericana, sino que incluso instó al resto de los aliados de Washington a seguir su nefasto ejemplo. ZP contribuyó a alimentar la fuerte corriente anti-Bush en Europa e incluso fue de los pocos dirigentes que se atrevió a apostar públicamente por la victoria de Kerry.
 
Zapatero no durmió la noche del 2 de noviembre, probablemente la velada más amarga desde que llegó a La Moncloa. Asistió con exasperante incredulidad a la victoria de George W. Bush. Una vez consumada, cuando hasta la Televisión pública española la dio a regañadientes por irreversible, entendió que esa victoria le colocaba en una difícil situación internacional. Pero lo que más le preocupaba era que por primera vez su intuición, aún peor, su suerte, su principal arma política, le había fallado de forma catastrófica.
 
El Gobierno estuvo ágil en cambiar el discurso al día siguiente. Zapatero telefoneó de inmediato para felicitar efusivamente al vencedor. Es de todos conocido que Bush no se puso al teléfono y se limitó a contestarle con un frío telegrama tiempo después. Moratinos repite desde entonces cada mañana, contra toda evidencia, el excelente momento que atraviesan las relaciones bilaterales y las más que prometedoras perspectivas que nos aguardan. Bono, como siempre por libre, intenta aparecer ante Washington como la cara sensata del Gobierno ante tanto dislate.
 
A pesar de su fama, los americanos no son tan ingenuos como para tragarse este repentino cambio de discurso. La Administración Bush acepta con complacencia todas las lisonjas que un día sí y otro también les dirigen distintos ministros españoles. Incluso Rice soporta con resignación el "acoso" diplomático al que la tiene sometida el inefable Moratinos. Pero para una normalización de las relaciones, Washington exige hechos, no sólo palabras.
 
En esta fase nos encontramos ahora. Como alumno poco aventajado, el Gobierno español va ejecutando, a regañadientes y con algún borrón, cada uno de los ejercicios que Washington le pone como deberes. Asumiremos mayor compromiso en Afganistán, en contra de lo prometido, desbloqueamos el programa de formación de la OTAN en Irak e incluso terminaremos entrenando en España militares y policías iraquíes, por supuesto que en tareas "humanitarias", como se encarga de resaltar el supuesto ministro de Defensa, José Bono. El problema es que a la luz de su discurso anterior, el Gobierno debería aclarar ahora si adiestraremos a la "resistencia" contra las fuerzas ocupantes, a las fuerzas "colaboracionistas" con los "ilegítimos invasores" o a ambos bandos simultáneamente.
 
En todo caso, ese es el precio que José Bono ha tenido que pagar por un billete de ida y vuelta a Washington, con visita turística incluida para conocer el Pentágono, aunque ya estuvo allí en una oscura visita como ministro "in pectore" que nunca ha sido suficientemente explicada. Es probable que el paquete incluya también una escala en París para recibir instrucciones.
 
La única agenda que Zapatero tratará de no someter por completo a los designios de Washington será la iberoamericana y ello siempre que España logre ampararla bajo una cobertura europea. Está por ver si los americanos aceptaran pactar esta área de discrepancia o si nuestra relación bilateral no se deteriorará aún más en el futuro como consecuencia de las tensiones que surjan en torno a Cuba y Venezuela.
 
Lo más triste es que todos los esfuerzos que realice España por mejorar nuestra relación con Estados Unidos los terminará rentabilizando Francia y no nosotros. Rice sabe que para pactar algo con España debe hacerlo antes con Francia, mientras que por el contrario, ningún acuerdo con Madrid significa nada en París. Eso explica la ausencia de Madrid en su viaje.

Ignacio Cosidó es senador del Partido Popular.

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