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José Vilas Nogueira

El amigo americano

como apuntó César Vidal, el "¿que tal, amigo?", que ilustró el saludo de Bush a Zapatero recoge probablemente el sarcasmo bíblico con que Jesús saluda al traidor Judas

Mi anterior artículo abundaba en consideraciones olfativas y preocupaciones higiénicas: hedores, materias escatológicas, lavatorios y otras abluciones, perfumes y otros aromas. Por cierto, el tema del water-closet habría ganado algo de brillo estético con una referencia a Francis Bacon, pues la representación del artilugio es frecuente en su obra y se constituye en elemento esencial en uno de sus más celebrados trípticos. Venía a decir yo en ese artículo que Zapatero anda horro de higiene moral y política y pretende disimular tal escasez con demagógicos perfumes. La cosa, sin duda, se habrá acentuado en la última semana, que han debido clausurar los grifos de La Moncloa, no vaya a borrársele al shoemaker, siquiera por inadvertencia, la huella y el aroma de la mano del "amigo americano". Pues, para berrinche y reconcomio de la crispadora derecha, George W. Bush, el Presidente de los Estados Unidos, le estrechó la mano por siete segundos. Siete segundos de gloria. Todo un título de película para cualquier cineasta del régimen, con financiación asegurada por el Ministerio de Cultura. Y es que, como explicó Moratinos en el Senado, tenemos una relación privilegiada con los USA.
 
Todo esto podría remitirse al anecdotario del debate político, que en democracia abunda en acometidas y fintas irónicas, bien que pueriles cuando malogrados. Mejor habérselas con el insensato Moratinos que con el rufianesco Pepiño Blanco. La patética persecución de una entrevista con Bush merecería indulgencia, incluso algo de simpatía, si respondiese a un ánimo de hacer olvidar pasadas torpezas y deslealtades. Pero no es así. En su defensa del "sí" en el reciente referéndum sobre el tratado constitucional, Josep Borrell adujo como una de las razones que lo aconsejaban el europeísmo como antiamericanismo. Cito este argumento por referencia ajena; podría, por tanto, ser sesgado o ignorar razones de contexto que lo harían menos hiriente, incluso aceptable. También, podría tratarse de una opinión personal, que sería injusto referir a la dirección del PSOE y, por tanto, al Gobierno. Pero, lamentablemente estas piadosas reservas están fuera de lugar. Mostraré por qué.
 
En Galicia, donde vivo, la organización regional del PSOE ha constituido la "Fundación Iniciativas 21". Aparentemente es un thinktank, de carácter galleguista y socialdemócrata. En realidad es una agencia de propaganda del partido. Su Director y principales responsables forman parte del entorno inmediato del Secretario General del PSOE gallego y, de creerlos, son caracterizados asesores no sólo de éste, sino del propio Presidente del Gobierno. En suma, son intelectuales orgánicos y asesores áulicos. Digo esto a efectos de acreditar la representatividad de sus opiniones. Pues bien, en ocasión del reciente referéndum antes citado, esta Fundación publicó un folleto, hermosamente editado, con el título de Sí a Europa: 21 motivos para votar sí á (esto es, a la; el folleto está en gallego) Constitución europea. Veintiún motivos en correspondencia con las "Iniciativas 21", que dan nombre a la Fundación. Empecé por leer el último, pues era de presumir que sería conclusión y resumen de los anteriores. No sé si lo es, pero su lectura me bastó. Se lo traduzco a ustedes, en lo que afecta a la cuestión que me ocupa: "Votar NO a la Constitución Europea (...) facilita el retroceso al menguado horizonte del tratado (en minúsculas, en el original) de Niza, allí donde precisamente triunfó el nacionalismo cerrado de los Estados, el atlantismo y la supeditación a los intereses de los USA (...)". Lo mismito que Borrell.
 
Llama poderosamente la atención la manipulación socialista al presentar el Tratado constitucional europeo como una estrategia contra los Estados Unidos de América. Porque esta sedicente Constitución puede ser buena, mala o regular, puede ser demasiado liberal o demasiado socialista, puede ignorar los "pueblos" u ofrecerles oportunidades, pero no se ve que necesariamente se oponga a una perspectiva atlantista. Aunque los socialistas pretendan ocultarlo, uno de sus propagandistas es el actual Presidente de la Comisión, el señor Durâo Barroso, que en su anterior responsabilidad de Primer Ministro de Portugal, fue el anfitrión del encuentro de las Azores, entre Bush, Blair y Aznar, y no hay ningún motivo para sospechar que, al menos en este aspecto, haya cambiado sus convicciones. Precisamente, la gira europea de Bush, que fue ocasión para el apretón de manos con Zapatero, ha mostrado que las divergencias de los Estados Unidos con Francia o Alemania persisten en parte y en parte se han reducido, según qué cuestiones y qué países, pero no obstan a la persistencia del vínculo atlantista. Con Francia o Alemania pero no, desgraciadamente, con España. Es por aquí por donde el odio socialista a Aznar se conecta con la política interior socialista, con su tibieza o complacencia con la destrucción de España. La pretendida rebelión contra los Estados Unidos se ha traducido en la absoluta irrelevancia internacional de España, incluso en el contexto de la Unión Europea.
 
Gustan nuestros izquierdistas de presentar al Presidente Bush como tonto de solemnidad. Dado que esta apreciación parece proporcionarles gran placer, no merece la pena intentar redimirlos de su estulticia. La obstinación en el desprecio hacia el actual Gobierno español por parte de la Administración americana no responde a una persistencia en el berrinche causado por las pasadas actuaciones de Zapatero, que resulta inexplicable para los analistas que se acogen a esta interpretación. No; responde a la certera convicción de que los socialistas españoles no son de fiar, como he ilustrado con los anteriores ejemplos de Borrell y de "Iniciativas 21". Por eso, como apuntó César Vidal, el "¿que tal, amigo?", que ilustró el saludo de Bush a Zapatero recoge probablemente el sarcasmo bíblico con que Jesús saluda al traidor Judas.
 
Si estas relaciones son privilegiadas, como dice Moratinos, cómo serán las ordinarias.

José Vilas Nogueira es catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Santiago de Compostela

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