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EDITORIAL

El reposo del suflé reclama el perfil bajo del PP

Lo que no se entendería es el interés de Piqué por maquillar inmerecididamente una reforma estatutaria contraria al programa popular y con la que sus impulsores pretenden, además, plantear un desafío a la nación y a la Constitución española

Mientras Rajoy se queja de la falta de cumplimiento por parte socialista de unos pactos que sólo dirigentes como Gallardón o Piqué le animaron en Sigüenza a firmar con ZP, el socio de Maragall en Barcelona, de Zapatero en Madrid y de ETA en Perpiñán, Josep Lluis Carod Rovira ha llamado a capítulo al “líder” de los populares catalanes para que su voz deje de dejar en evidencia la sumisión al pacto de silencio en el que también incurre una formación tradicionalmente crítica con los casos de corrupción de CiU como es ERC.
 
Como recordarán los lectores, Piqué, dejándonos en mal lugar a quienes lo consideramos un error incorregible, denunció con gravedad y acierto el bochornoso espectáculo del tripartito y de CiU en torno a la negligencia del Carmelo y de la corrupción del 3%. Como tan bien señaló Piqué en aquella ocasión, Maragall debería dimitir, tanto si mintió como si dijo la verdad con sus gravísimas acusaciones contra CiU que, vergonzosamente, el presidente retiró bajo la amenaza de no ser apoyado por los convergentes en su reforma estatutaria.
 
Tal vez impulsados por aquellas declaraciones iniciales, a las que la estrategia del perfil bajo no le dio tiempo para que trataran lo repugnante con un mero mohín de displicencia, los populares catalanes parecen dispuestos a seguir acentuando la monumental negligencia del gobierno catalán, el bochornoso desamparo de los vecinos del Carmelo, sin olvidar la investigación de la corrupción del 3%.
 
Esta actitud del PP, que está siendo enormemente valorada incluso por una sociedad tan anestesiada mediáticamente como la catalana, contrasta no ya con la de los protagonistas directos del entuerto, sino también con la mantenida por ERC. A Carod Rovira no le faltó tiempo para salir a la palestra para pedir a nacionalistas y socialistas que no hurgaran más en unas heridas que bien pueden llevar al traste el consenso necesario para llevar adelante la reforma estatutaria. Mucho antes de que Maragall y Pujol hicieran un llamamiento para dejar reposar el suflé catalán, esa misma recomendación fue hecha, con otras palabras, por el líder independentista.
 
Que ahora Carod Rovira –para justificar su convocatoria al PP– y Josep Piqué –para justificar el haber acudido a ella– traten de vendernos que lo que pretenden con su reunión es prevenir a la sociedad catalana contra los “arreglos subterráneos” entre PSC y CiU, es algo que, en el caso de los independentistas, no se sostiene. Que Carod Rovira no quiera que la reforma estatutaria quede contaminada ante la retina pública por acuerdos subterráneos de los que inexorablemente va a tener que depender dicha reforma, es algo que se comprende. Lo que no se entendería es el interés de Piqué por maquillar inmerecididamente una reforma estatutaria contraria al programa popular y con la que sus impulsores pretenden, además, plantear un desafío a la nación y a la Constitución española. ¿A tal grado llegan los complejos como para temer quedarse solo denunciando lo que es un clamor social?
 
Si de verdad lo que quiere Piqué es el esclarecimiento de ese socavón de negligencia y corrupción que se ha destapado en Cataluña, que lo haga, pero sin evitar a los independentistas ni a nadie la disyuntiva de elegir y de quedar retratados ante los ciudadanos por su elección. Lo que sería el colmo del masoquismo por parte del PP es colaborar con ERC para que a esta formación le sea compatible presentarse ante la opinión pública como el azote de la corrupción siendo al mismo tiempo el principal impulsor de una reforma estatutaria que sólo trata de consolidar y hacer todavía más impune un pestilente statu quo.

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