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Clifford D. May

La mayoría son musulmanes

La misión de los terroristas islámicos fundamentalistas es eliminar a toda persona con opiniones que difieran de las suyas y que puedan amenazar sus aspiraciones políticas y religiosas

Hay una impresión errónea muy común y es que el terrorismo va dirigido contra los judíos y los cristianos. La realidad es que ningún grupo ha sufrido la violencia islamista radical más que los propios musulmanes. Especialmente en peligro están aquellos que se atreven a hablar en favor de los valores como libertad, derechos humanos y democracia.
 
En Beirut, el ex Primer ministro Rafiq Hariri fue asesinado por un potente coche bomba, aparentemente como represalia por su oposición a que Siria siguiese ocupando el Líbano.
 
En Irak, raramente pasa un día sin que gente inocente sea asesinada, tanto hombres como mujeres y niños, por cometer "crímenes" como, por ejemplo, seguir la tradición chiíta del islam, inscribirse en los cuerpos policiales, usar su derecho al voto o simplemente ir al mercado, y mueren porque a los partidarios de Sadam Hussein u Osama Bin Laden se les antojó hacer una carnicería humana para salir en el informativo de la noche.
 
Túnez, Casablanca y Estambul están entre las ciudades con mayoría musulmana que han sido atacadas. Los grupos terroristas han convertido las comunidades palestinas en guetos donde cada madre debe preocuparse que llegue el día cuando algún "líder militante" le pruebe el chaleco bomba a su hijo.
 
Pero es en Argelia, con relativamente poca atención internacional, donde la matanza ha sido más extensa: Durante los años, más de 100.000 argelinos han sido asesinados por terroristas islámicos.
 
Antiguamente colonia francesa, Argelia peleó una guerra brutal de 8 años por su independencia. John F. Kennedy estuvo entre los muchos americanos que idealística y públicamente apoyó la lucha argelina contra Francia.
 
Pero la independencia en 1962 no trajo la libertad. En vez, los líderes post coloniales de Argelia fueron dominados por oficiales militares autoritarios que rotaron no como resultado de votos sino de golpes maestros. Aquellos con ideas liberales democráticas eran marginados o cambiados de verdaderas posiciones de mando al servicio diplomático donde su sofisticación era útil al régimen.
 
El único sitio donde la oposición se podían organizar era en las mezquitas donde, con asistencia extranjera, los radicales rápidamente tomaron control. Como el catedrático de Yale William J. Foltz ha escrito: Los clérigos extremistas "fomentaron bandas de maleantes y les dieron armas, su violencia asesina era dirigida a menudo contra la pequeña élite intelectual con vocación internacionalista, odiada por los fundamentalistas islámicos..."
 
Entre los que estaban en la mira encontramos al embajador Salah Fellah a quien tirotearon el 7 de Diciembre de 1993 frente a su casa en Argel. Foltz hace hincapié en el hecho que Fellah era despreciado por los islamistas por doble motivo. Primero "por quien era": un defensor de la libertad, los derechos humanos y la democracia. Y segundo "por lo que hizo": Era el diplomático que rompió relaciones con Irán por el apoyo de los ayatolás a los radicales islamistas argelinos. ¿Estuvieron los ayatolás detrás del asesinato del embajador Fellah? Su hijo, Zakaria Fellah, está convencido que así es y no es el único. Afirma que los iraníes han puesto a sus aliados y secuaces en el sistema político de Argelia. Señala también que el actual ministro de Relaciones Exteriores de Argelia, ha estado entre los más fervientes partidarios del régimen iraní.
 
No mucho después del asesinato de su padre, Zakaria pidió asilo político en Estados Unidos. Si hubiese vuelto a Argelia, si hubiese adoptado opiniones políticas similares a las de su padre, él también se habría encontrado en el punto de mira.
 
"El islamismo es una forma de fascismo" me dijo. "La misión de los terroristas islámicos fundamentalistas es eliminar a toda persona con opiniones que difieran de las suyas y que puedan amenazar sus aspiraciones políticas y religiosas. Son la amenaza número 1 para la democracia y la civilización. Pero demasiados europeos y también demasiados americanos no se dan cuenta del peligro que amenaza a sus sociedades".
 
Dos lecciones se pueden sacar de todo esto:
 
Primera lección: Los ayatolás iraníes son musulmanes chiítas mientras que los radicales argelinos son suníes. Por años, muchos en la diplomacia e inteligencia americana han insistido en que esa colaboración era una imposibilidad "teórica" y que no debía tomarse en cuenta seriamente, mucho menos aun ser combatida. (Afirmaban que lo mismo sobre la alianza entre baazistas "laicos" e islamistas).
 
Segunda lección: Una expresión de la patología de la zona de Oriente Medio es que a menudo hay que escoger entre autoritarismo despiadado de un lado y por otro totalitarismo religioso. Paradójicamente, es en el interés de los déspotas de ambas banderas el suprimir a los defensores de la democracia liberal para asegurarse que no haya una tercera opción.
 
En el pasado, esta estrategia ha tenido éxito, y es por eso que Oriente Medio está dominado por dictadores, dinastías y amos del terror de diversos colores políticos y religiosos. Los cambios que están acaeciendo en Afganistán, Irak y los territorios palestinos, junto al creciente apoyo americano para los disidentes y los luchadores de la libertad en el mundo musulmán, pueden transformar todo esto. Es difícil imaginar qué otra cosa podría lograrlo.
 
©2005 Scripps Howard News Service
©2005 Traducido por Miryam Lindberg
 
Clifford D. May, antiguo corresponsal extranjero del New York Times, es el presidente de la Foundation for the Defense of Democracies, un instituto político especializado en terrorismo.
 
Libertad Digital agradece al Sr. May el permiso para publicar este artículo.

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