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Juan Carlos Girauta

Magdalena Álvarez gana la Guerra Civil

El monumento también podría erigirse a Polanco, dando continuidad al sentido primigenio de la estatua, que viene a resumirse en la cuestión ¿Aquí quién manda? Francisco Franco podría aparecer a su lado, más pequeño, tamaño gnomo de piedra

Lo bueno que tienen los socialistas es que de cualquier cosa hacen un ministro. Y cuando éste da el cante no pasa nada porque tampoco esperábamos otra cosa. Ni ellos. Una de las de cuota se proclama fraila y otra decide derrocar a Franco treinta años después de muerto. Pero si a la primera le traiciona el léxico, la segunda, con los nervios del derrocamiento, justo cuando está a punto de lograr lo que no consiguieron Azaña, Rojo, Negrín ni Pasionaria, va y lo alza con unas cuerdas, lo asciende a las alturas. Oculta la grúa en la oscuridad de la noche, algunos transeúntes creyeron presenciar un milagro.
 
Pero el milagro de verdad sucedía mientras tanto en un hotel de la ciudad, con Santiago Carrillo recibiendo la alegría de su vida en forma de entrañable fiesta sorpresa de McDonald’s. Llevarían, supongo, gorritos de cartón, narices de payaso y matasuegras. Y corona. Herrero de Miñón, Martín Villa, Barrionuevo, Alberto Aza y otros izquierdistas pudieron mostrar su admiración al héroe que tantas cosas buenas hizo por España.
 
Bien, para llenar el vacío que deja la estatua ecuestre del Caudillo, Magdalena Álvarez ha convocado un concurso de ideas. Quiere primar la simbología de la concordia. Tantos prohombres merecen ocupar ese espacio que no va a ser fácil decidirse. Lo mejor sería poner una tabla rasa, sin más, idea que amén de minimalista, como las cabezas de los ministros y la moral de los amigos de Carrillo, puede aludir al perdón o a la Transición española. O al programa político del PSOE. El arte siempre es polisémico.
 
El monumento también podría erigirse a Polanco, dando continuidad al sentido primigenio de la estatua, que viene a resumirse en la cuestión ¿Aquí quién manda? Francisco Franco podría aparecer a su lado, más pequeño, tamaño gnomo de piedra, llevando unos libros de texto como recuerdo del origen del nuevo imperio.
 
Existen apuestas más provocadoras, por ejemplo levantar varias figuras del mismo prócer; Zapatero ataviado de distintos modos y abrazándose a sus otros yoes como un equipo de rugby: uno como segador con barretina, otro como tronkolari, otro como pacifista a lo Mahatma Ghandi, otro como guerrillero cubano, otro como estadista con corbata. El conjunto podría bautizarse Pluralidad, ¿Quién soy? o Desorden de la personalidad.
 
Un pebetero no sería mala idea; debería acoger la llama eterna del rencor. O una quijada junto a un Abel caído, en bronce, recordando la presencia en España de la obra de Caín. O una piedra de Roseta en las lenguas oficiales del Estado. O una esfera inmensa de malaquita, con las palabras grabadasMala Quita, que represente todos los pelotazos habidos. O un menhir sugiriendo hasta dónde hay que inventarse el pasado. O una pirámide con la verdadera momia dentro, compendio del estalinismo y el falangismo en un solo hombre. O unos focos alumbrando una peana vacía, símbolo de la nada.

En España

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