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Carlos Semprún Maura

Chirac contra Europa

No es la primera vez que Chirac se lía la manta bonapartista a la cabeza. Cuando la mayoría de los países europeos dijo que no a su política pro Sadam Hussein y anti George Bush, Chirac les ordenó groseramente que se callasen.

El titular en primera plana de Le Figaro del jueves es casi igual al título de esta carta: ‘La carga de Chirac contra la “Europa liberal”’. El mío, sin embargo, se aproxima más a la realidad, buena prueba de ello es que le ponen comillas a “Europa Liberal”. Comillas que no sólo se justifican sino que son insuficientes. Nosotros criticamos ese proyecto de constitución porque es malo, farragoso, inaplicable, porque no queremos una Europa-potencia antiyanqui. Y también porque es más socialburócrata que liberal. El reciente “golpe de estado” mediático de Chirac en Bruselas pretende decir a sus compatriotas, antes y después de la Constitución, quién manda y mandará en Europa es él, el heredero de Tintín.
 
El pacto de estabilidad a la basura, los privilegios financieros británicos a la basura, Bolkestein a la cárcel y el liberalismo ante el Tribunal Internacional de La Haya. No ha logrado todo lo que exige, pero la vergüenza es que se le haya permitido expresarse como se ha expresado y exigir lo que ha exigido sin que nadie proteste. En Francia las opiniones vacilan entre el orgullo nacionalista y la inquietud. No es la primera vez que Chirac se lía la manta bonapartista a la cabeza. Cuando la mayoría de los países europeos dijo que no a su política pro Sadam Hussein y anti George Bush, Chirac les ordenó groseramente que se callasen. Claro, agredió a los pequeños países y a José María Aznar para luego mostrarse más comedido e hipócrita con el Reino Unido. Los hinchas del presidente aplauden el gesto o gesta, dicen algunos, de Chirac en Bruselas considerando incluso que es una victoria para el sí en la Constitución. Mienten descaradamente. La Constitución no prohíbe la legalización de los servicios, más bien al revés, porque la liberalización ya figura en los tratados europeos desde el de Roma de 1957. Lo que también es cierto es que los trescientos y pico artículos sobre cuestiones sociales y económicas del proyecto constitucional son tan contradictorios, que cualquier jefe de Estado, sus ministros y sus juristas podrán aprobar o censurar cualquier cosa, ya sea la directiva Bolkestein o los derechos de pesca.
 
Buena prueba de la confusión actual es el propioLe Figaroen la edición del jueves. Junto a cierta admiración por la arrogancia de Chirac, se aprecia cierta inquietud crítica, y su corresponsal en Bruselas, Pierre Avril, afirma tranquilamente que “la libertad de los servicios es ineluctable”. Todo se resume en mucho ruido y pocas nuecesmonsieur le Président. Pero como casi todos los medios realizan propaganda descarada e intolerante a favor del sí, basada en mentiras y en demagogia social, podrán añadir a la mentira anti Bolkestein toda las mentiras que quieran. El sentido común podría convencer a muchos indecisos que la mejor manera de evitar que Europa, esa burocracia supranacional, imponga a Francia esa y otras directivas sea votar no. Ya le he dicho, el no también se basa en argumentos contradictorios. Muy minoritarios son los que quieren más libertad que Bolkestein junto a los partidarios de la URSE (Unión de Repúblicas Soviéticas Europeas). No nos hagamos demasiadas ilusiones, basándonos en los resultados de los últimos sondeos, hasta es posible que los haya que, asustados ante la supuesta osadía del no, se refugien en la abstención. Sería una catástrofe.

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