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Ignacio Villa

ZP, encerrado en su laberinto

Aquí y ahora, Zapatero tiene la llave de la verdad. Aunque conociendo sus maneras, pocas esperanzas nos quedan para la rectificación

Cualquier Gobierno que se precie, sea del color que sea, tiene siempre un buen número de resortes y de mecanismos para frenar o parar muchas de las polémicas que puedan deteriorar su imagen. Y más este Ejecutivo, que por el momento tiene a su favor el trato que recibe de la mayoría de los grupos de comunicación. Pues bien, con este panorama benévolo –a pesar de los muchos errores de este primer año– la realidad es que el Gobierno y el Partido Socialista han perdido los papeles con la irrupción en escena de Fernando Huarte en Asturias y de un sirio terrorista que militaba en el PSOE desde hacía diez meses en Madrid.
 
Una semana después de estas historias, Pérez Rubalcaba y Álvaro Cuesta siguen desaparecidos; y José Blanco y López Garrido han salido a la palestra entre pálidos y balbuceantes con una incapacidad manifiesta para dar una respuesta clara a una cuestión de una gravedad tremenda.
 
Pero aquí no hay engaños que valgan, ni sirven los muros de contención. Rodríguez Zapatero ganó unas elecciones después de los atentados del 11 de marzo; y a estas alturas ya se acepta de forma generalizada que la victoria socialista del 14 de marzo estuvo determinada por la matanza. Intentar desmontar esa realidad hace daño a los españoles y a la normalidad democrática. Es algo que no ofrece ninguna duda, por más que los socialistas intenten mirar hacia otra parte.
 
Precisamente este contexto es lo que hace increíble que el presidente del Gobierno haya dado la indicación de cerrar a cal y canto la Comisión de investigación parlamentaria. El primer perjudicado por esta actitud de obstrucción es el propio Zapatero, puesto que fue el primer beneficiado por el impacto electoral que tuvo aquellos días.

Zapatero ha dicho repetidas veces que "ya está todo claro". Y lo único claro, ahora mismo, es que Zapatero ha cerrado los ojos. No quiere saber nada de nada. Y él tendría que ser el primer interesado en que el 11 de marzo no se convierta en un laberinto que dirija todas sus sospechas al Partido Socialista. Aquí y ahora, Zapatero tiene la llave de la verdad. Aunque conociendo sus maneras, pocas esperanzas nos quedan para la rectificación. Y este –no lo duden– se convertirá en el gran peligro para el presidente del Gobierno.

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