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Nosotros también somos Bolivaristas

ZP busca su sitio en Iberoamérica, un lugar bien distinto al de González. Quiere estar en la vanguardia de lo que intuye va a ser la nueva oleada “progresista”, la resaca tras unos años de estabilidad y progreso

Como era de esperar, el debate sobre el viaje del Presidente a Venezuela continúa. La gravedad de lo allí ocurrido ha escandalizado a muchos ciudadanos y tanto la clase política como los medios de comunicación se ven llamados a intervenir.
 
España venderá armas “defensivas” al régimen bolivariano, que permitirán reconstruir la cartera de pedidos de la alicaída Izar. Nadie duda de la importancia de esos contratos, pero ¿alguien cree que esa es la razón por la que el Gobierno español asume el coste de apoyar a un régimen antidemocrático, vinculado a grupos terroristas, que trata de desestabilizar gobiernos de su entorno regional?
 
Empresas españolas lograrán importantes contratos en el sector energético venezolano, lo que reforzará su expansión en Iberoamérica y mejorará su cuenta de resultados ¿Podemos considerar que éste ha sido el motivo que ha llevado a ZP a asumir un vínculo tan estrecho con un golpista que pregona una oleada antidemocrática y al que, hasta hace nada, el PSOE y PRISA deseaban su derrocamiento por la fuerza?
 
Sin quitar importancia a estos dos relevantes factores, creemos que la razón última es otra. Más aún, que estos argumentos no cobran pleno sentido si no tenemos en cuenta criterios de orden estratégico. La izquierda española lleva tiempo evolucionando desde el pragmatismo que caracterizó los años de la Transición, con su marcada preocupación por establecer un sistema de convivencia, hacia una actitud claramente antidemocrática y excluyente. Chávez y Castro son atractivos por lo que tienen de antiliberales, como los corruptos regímenes árabes resultan buenos compañeros de viaje en la medida que rechacen la globalización liberal ¿Qué es la “Alianza de civilizaciones” sino la coalición de los que tratan de frenar la expansión de la libertad?
 
ZP busca su sitio en Iberoamérica, un lugar bien distinto al de González. Quiere estar en la vanguardia de lo que intuye va a ser la nueva oleada “progresista”, la resaca tras unos años de estabilidad y progreso. Busca su sitio en el frente antinorteamericano junto a los líderes emergentes, porque así reforzará su perfil radical ante el electorado que le ha encumbrado. No está inventando un nuevo socialismo español. Este socialismo siempre ha estado aquí, pero sometido a otro más ilustrado y responsable. Ahora les ha llegado el momento y quieren consolidarse. Algunos ya barajan la posibilidad de una crisis interna en el PSOE, resultado de la suma de diferencias por el modelo de estado, el tratamiento de la cuestión nacional, el vínculo con formaciones nacionalistas y la política exterior. Diferencias las hay y cada día están más a la vista, pero el PSOE ha demostrado a lo largo de su centenaria historia una gran capacidad para mantener la unidad y la disciplina. Su amor al poder sigue actuando como un poderoso pegamento capaz de sellar graves y profundas heridas.
 
Nuestro socialismo se bolivariza. El espíritu que se manifestó durante la campaña de movilización por el desastre del Prestige, las manifestaciones durante la Guerra de Irak, la quema de sedes del Partido Popular, las acusaciones reiteradas de “criminales” a los dirigentes de entonces y, sobre todo, la mentira sistemática son la expresión nacional de la emergencia de una nueva forma de entender la política de izquierdas en España.
 
¿Qué es lo que ocurrió hace un año, tras la masacre del 11-M, sino bolivarismo?

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