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Víctor Llano

El poeta embargado por la Trini

Salvo su familia y sus amigos –por cierto, a ver cuando encuentra un poco de tiempo y les agradece todo lo que hicieron por él– nadie se alegrará más que nosotros de que pueda pasear libremente por las ciudades de nuestro país

Pocas horas después de que Raúl Rivero llegara a España casi en secreto y de la mano del Gobierno que ahora pretende anotarse en exclusiva el tanto de su liberación, dos agentes de la embajada castrista en Madrid “coaccionaron” en la Unidad de Cuidados Intensivos de un hospital madrileño a un cirujano cubano que incluso sedado pretende escapar de la Isla de los cien mil presos.
 
Según informó Libertad Digital el sábado 2 de abril, “Milvio Bartolomé Ramírez López, un médico cubano, está ingresado en la clínica Ruber Internacional de Madrid tras arrojarse, en Argelia, por la ventana de la habitación donde agentes castristas le mantenían recluido e incomunicado. Para evitar la vigilancia de la embajada cubana en España ha solicitado asilo político, pero hasta ahora las autoridades españolas no han respondido. Además, la dirección de la clínica ha retirado la seguridad privada que le proporcionó hasta el día 31 de marzo, lo que ha permitido que dos agentes de la embajada entren en la UCI y quede en una situación de auténtica indefensión”.
 
La Asociación Española Cuba en Transición ya se ha puesto en contacto con la dirección del hospital madrileño para denunciar el asedio al que se ve sometido uno de sus pacientes. Confiemos en que muy pronto también Raúl Rivero denuncie el desamparo en que se encuentra su compatriota. Lástima que ahora diga el poeta que lo suyo son los versos y no la política. Siempre creímos que fue encarcelado por considerarlo la tiranía un peligroso disidente. Pero nunca es tarde para escapar del error. Además, como dice el propio Rivero, “sólo los tontos no cambian”. Tal vez porque según nos cuenta hoy, nunca se sintió a gusto en el papel de disidente que tan erróneamente le atribuimos, los que tanto luchamos para que saliera de prisión, tuvimos que enterarnos por la Cadena SER de que ya estaba en Madrid.
 
A juicio del disidente anticastrista, ¡perdón! ¡perdón!, es la costumbre, quise decir, del poeta cubano: "Una de las cosas que pueden haber molestado a muchos colegas es que haya llegado sin avisar a la prensa, pero es que mi madre viene en condiciones muy difíciles y no quería someterme yo y someter a mi familia al escrutinio de la prensa en esas circunstancias". Sentimos tener que desmentir tan pronto a Rivero, en nada nos ha molestado, pero parte de la prensa sí fue avisada de su llegada. No sólo la Cadena SER. Pablo Díaz Espí –director del diario Encuentro en la Red– le recibió en el Aeropuerto de Barajas junto a Trinidad Jiménez.
 
Lástima que nadie del Partido Popular, de la Fundación Hispano Cubana o del Centro Cubano de España –los grupos que más trabajaron para que saliera de la cárcel– pudiera darle la bienvenida. Y es que más vale llegar a tiempo que rondar cien años. Es lo que tiene el último momento. Pero que no se engañe Rivero, Trini y el hijo de Jesús Díaz fueron los únicos que le recibieron porque su verdugo así lo decidió. Sólo soltó a una de sus más distinguidas presas cuando creyó que más le convenía. Confiemos en que la presa no lo olvide. Sin embargo, fíjense en lo que declaró el bardo nada más aterrizar en Madrid: “esa combinación de fuerzas, con una posición después abierta y de diálogo, de acercamiento con el Gobierno socialista, ha sido lo que ha producido, primero mi liberación, y luego la posibilidad de vivir en España”. Pues mire usted, no. El diálogo con el verdugo sólo ha servido para que éste administre una vez más su chantaje. Rivero puede decir lo que le parezca más conveniente; no obstante, cuento menos permita que le utilicen, más bellos serán sus versos.
 
Salvo su familia y sus amigos –por cierto, a ver cuando encuentra un poco de tiempo y les agradece todo lo que hicieron por él– nadie se alegrará más que nosotros de que pueda pasear libremente por las ciudades de nuestro país. Dicen que hoy –lejos del mundanal ruido– descansa en una casa de la Sierra Madrileña. Cuando le desembarguen los que le tienen “secuestrado”, lo primero que a mi juicio habría que preguntarle, es qué le parece que los que ahora presumen de ofrecerle tanta hospitalidad de manera tan confidencial y altruista, permitan que los agentes de su verdugo en Madrid coaccionen a un hombre que se tuvo que tirar por una ventana en Argelia para intentar escapar de ellos.
 
En cualquier caso, no queremos que Rivero se sienta culpable por demorarse tanto en hablar con los periodistas españoles que denunciamos mil veces que la tiranía castrista le condenó injustamente a 20 años de cárcel. Además, en estos momentos me interesa mucho más la historia de Milvio. El poeta ya es libre. El cirujano lo intenta. Pero sedado y rodeado de verdugos.

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