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Amando de Miguel

Fraseología

Álvaro Juste Pérez (Las Palmas de Gran Canaria) razona que el dicho popular “nunca es tarde, si la dicha es buena” podría ser también “nunca es tarde, si la dicha llega”. No tengo inconveniente, pero la frase hecha es la primera. El seminal Vocabulario de refranes y frases proverbiales de Gonzalo Correas, un poco posterior al Quijote, recoge: “Nunca es tarde para bien hacer; haz hoy lo que no hiciste ayer”. Es un buen lema para todas las ocasiones.
 
Juan de la Fuente plantea el uso de varias frases coloquiales. Por ejemplo, “si a mano viene” (= si se presenta la ocasión). Don Juan sostiene que así lo decía su abuela, aunque ha visto escrita esta otra variante: “si a más no viene”. La abuelita de don Juan tenía razón. El criterio avuncular no falla en esto de las expresiones populares. Don Juan plantea otro coloquialismo: “a bote pronto” (= sobre la marcha, inopinadamente). También ha leído la versión “a voz de pronto”, de origen militar. La primera versión, y no la segunda, es la que se oye y la que registra el Diccionario fraseológico de Seco y colaboradores. Lo de “a voz de pronto” ni siquiera figura en el estudio de Miguel Peñarroya i Prats sobre El lenguaje militar. Confieso que nunca oí lo de “pronto” en la jerga militar. ¿No será italiano?
 
Manuel Santana (Sevilla) desea saber “qué es más correcto: buenas tardes o buena tarde”. Ahora se impone la moda de buena tarde por imitación de esa forma singular que se da en catalán, en inglés y en otros idiomas cercanos. Pero lo castizo en castellano es el plural de “buenas tardes”. Puestos a pedir que Dios vele por nosotros, no vamos a restringir el favor a una sola tarde (día, noche) sino a las tardes (días, noches) por venir. Debe quedar claro que ese saludo no tiene nada que ver con los meteoros. Es decir, aunque caigan chuzos de punta o sople una ventisca polar, uno puede seguir deseando al otro “buenas tardes”. A veces el castellano nos proporciona regalos, como este, de refinada cortesía.
 
La frase “ni hablar del peluquín” sigue siendo un misterio. Claudio Verdú Egea (Rivas-Vaciamadrid, Madrid) avanza una interpretación sobre su origen. Se refiere al famoso bando del ministro Esquilache en 1766. Imponía la moda del sombrero de tres picos a los que llevaban “peluquín o pelo propio” para que se viera bien la cara. Añade don Claudio este comentario: “Ya sabemos lo que posteriormente pasó. ¿Cumplir ese Bando? ¡Ni hablar del peluquín!”. Para mí que la historia está bien traída, pero es un tantico rebuscada. A falta de otra mejor, la acepto.
 
La esencia de la fraseología es unir palabras para formar nuevos sentidos. P. Leñas me pregunta por qué “en casi todos los medios de comunicación dicen hermanastro en vez ce medio hermano”. Las dos expresiones son un tanto despectivas. Para mi gusto habría que decir “hermano de padre” o “de madre”. Ahora empiezan a abundar por los casamientos en segundas (o terceras, etc.) nupcias con hijos en cada uno de esos episodios conyugales. En cambio, ya no hay “hermanos de leche” al haber desaparecido las nodrizas. Era un vínculo muy bonito. El sufijo–astroha perdido mucho en los últimos tiempos. Ya no hay politicastros. Bueno, los hay, pero se hacen llamar dirigentes.

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