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Daniel Rodríguez Herrera

Lavado de cerebros

Da la sensación, especialmente leyendo el artículo 2, que lo único que se desea de nuestras escuelas es que los alumnos acaben siendo unos progres perfectamente asimilados en la fe en el pensamiento único

Hace un par de años propuse la inclusión de la lógica formal como parte de la enseñanza de las matemáticas, para facilitar la comprensión a las nuevas generaciones de la base teórica de las tecnologías informáticas. Toda la informática es un enorme castillo construido con los cimientos de tres operaciones lógicas: "y", "o" y "no". Aprender a traducir proposiciones lógicas escritas en lenguaje natural al idioma matemático y saber emplear esas operaciones con ellas resultaría mucho más útil y barato que inundar las clases con ordenadores, que pueden ser más una distracción que una ayuda al aprendizaje. ¿Quién va a estar atendiendo al profesor cuando puede jugar al solitario de Windows? Reconozcan que ninguno de nosotros hubiera aprendido tanto con semejante tentación encima de la mesa.
 
Sin embargo, lo que nunca se tiene en cuenta cuando se hacen propuestas como la mía es el precio que hay que pagar. Así, es fácil que todo suene bien; sólo tenemos en cuenta los beneficios. Pero las decisiones que se toman también tienen un lado algo menos bonito. Si se explicara lógica formal en las escuelas, el tiempo que llevaría debería tomarse de otra asignatura o de otros contenidos dentro de las matemáticas. El tiempo no es infinito, y menos cuando la LOGSE ha reducido el nivel general de lo que se explica, obligando a tomar más tiempo por cada migaja de conocimiento que se transmite.
 
En el proyecto de la LOE no aparece nada sobre lógica formal y sí sobre la "educación para la ciudadanía", que será obligatoria desde la primaria hasta el bachillerato, algo que no sucede con la física, la química, la biología, la informática o la filosofía. Visto así, los objetivos que se asegura buscar con esa asignatura ya no suenan tan bien. Porque se paga con el precio de menores conocimientos para nuestros hijos, de menor preparación para el futuro; por tanto, de menores ingresos y bienestar cuando sean adultos. Mientras les obligan a discutir sobre la paz y el talante, las ecuaciones de segundo grado se dejarán para cuando entren en la universidad, la enseñanza de un segundo idioma se quedará en aprender a traducir los títulos de las películas de Hollywood y las faltas de ortografía escribiendo en castellano se considerarán una muestra de progreso idiomático para no tener que suspender a toda la clase.
 
Y todo esto suponiendo que el interés real sea que nuestros alumnos aprendan algo. Da la sensación, especialmente leyendo el artículo 2, que lo único que se desea de nuestras escuelas es que los alumnos acaben siendo unos progres perfectamente asimilados en la fe en el pensamiento único. Quizá por eso no desean que se enseñe religión. No les gusta la competencia.

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