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Richard W. Rahn

Una amenaza económica

Para preservar la libertad económica y el progreso hay, más bien, que reducir el presupuesto de las Naciones Unidas y no permitir que lleve adelante sus planes destructivos

Las Naciones Unidas aparentan luchar contra la pobreza en el mundo y ser una fuente de bienestar. Pero la realidad es que sus políticas causan todo lo contrario.
 
Los comités y los informes de la ONU exigen constantemente el aumento de impuestos, los cuales tendrán que ser principalmente pagados por los ciudadanos de países prósperos y el dinero pasa a manos del organismo internacional y de gobernantes fracasados y corrompidos.
 
En una reciente carta publicada en la prensa, el director de Comunicaciones de la ONU, Edward Mortimer, critica una columna mía anterior y argumenta que la ONU hizo un buen trabajo administrando el programa Petróleo por Alimentos.
 
Según el senador Norm Coleman, quien preside la comisión investigadora del Senado, “el mal manejo de casi todos los aspectos del programa Petróleo por Alimentos simplemente no tiene excusa y dilapidaron más de 690 millones de dólares. Todos los organismos tienen sus defectos, pero no recuerdo ningún caso en el que los problemas abarcaran todos y cada uno de los principios básicos administrativos”.
 
El Sr. Mortimer alega que yo incorrectamente escribo que “la ONU sigue insistiendo en imponer impuestos directos a los ciudadanos y a las empresas del mundo”. Uno sólo tiene que visitar la página web de la ONU y leer los informes y recomendaciones de sus comités para constatar que así es. La única razón por la cual tales propuestas no han tenido éxito ha sido la firme oposición del gobierno de Bush.
 
Entre los impuestos que pretenden imponer está el impuesto a las transacciones financieras internacionales, un impuesto a las ventas de armas y un impuesto a las emisiones de bióxido de carbono.
 
En junio de 2001, el secretario general Kofi Annan apoyó en informe del Panel de Alto Nivel para el Financiamiento del Desarrollo presentado a la Asamblea General. Ese informe incluía el intercambio casi ilimitado de información sobre impuestos entre las naciones pertenecientes a la ONU, incluyendo a las más despóticas dictaduras y, además, proponía impuestos mundiales y hasta un impuesto a los emigrantes. La emigración es un derecho humano fundamental, inclusive según la ONU.
 
El 20 de julio de 2004, el representante de EEUU en el Consejo Económico y Social de la ONU, Sichan Siv, hizo el siguiente comentario: “Tenemos preocupaciones fundamentales sobre la viabilidad de impuestos mundiales. No vemos cómo un impuesto mundial puede ser diseñado y administrado de manera que pueda existir una rendición de cuentas democrática a los ciudadanos de nuestros países. Cualquier impuesto a la actividad económica internacional reducirá el flujo comercial y de las inversiones. Obviamente, nada de eso favorece el desarrollo”.
 
Dos meses después, el 20 de septiembre de 2004, refiréndose a un informe de la ONU, la secretaria de Agricultura de EEUU, Ann Veneman, dijo: “el informe ha debido tomar en cuenta los pasos necesarios para el crecimiento sostenible. Hay demasiado énfasis en fraguar arreglos en asuntos como impuestos mundiales para conseguir recursos. Los impuestos mundiales no son democráticos y su instrumentación es imposible”.
 
La ONU también ha pedido a EEUU multiplicar su ayuda económica a otros países, sin darse cuenta que ese dinero no proviene de las hadas madrinas sino de contribuyentes norteamericanos que trabajan duro para ganar su dinero.
 
Se puede comprobar que la mayoría de las naciones imponen más impuestos a sus ciudadanos de lo que conviene para obtener el mayor bienestar, razón por la cual si la ONU lo que busca es más crecimiento económico en el mundo debe hacer campaña para reducir los impuestos.
 
Aumentar la ayuda económica extranjera no mejorará las condiciones de la gente pobre alrededor del mundo hasta que prevalezca el Estado de Derecho, se proteja la propiedad privada, se liberen los mercados y se eliminen las barreras a la libre iniciativa. Y con tales reformas no se necesitará la ayuda extranjera, ya que los mercados de capital proveerán la inversión necesaria.
 
La propuesta de la ONU de aumentarles los impuestos a los ciudadanos de países prósperos y transferir ese dinero a manos de su corrompida burocracia y de ineptos funcionarios de gobiernos de países subdesarrollados es una fórmula perfecta para la esclavitud y la destrucción económica mundial. Para preservar la libertad económica y el progreso hay, más bien, que reducir el presupuesto de las Naciones Unidas y no permitir que lleve adelante sus planes destructivos.

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