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Jorge Vilches

Lehendakari o nada

El cargo de Lehendakari sería, por tanto, la llave para desalojar parcialmente a los peneuvistas de la administración, la policía y la educación

La estrategia del PSOE en el País Vasco ha funcionado, de momento, casi a la perfección. De todas las posibilidades que se barajan para formar un nuevo gobierno, todas menos una, cuentan con los socialistas de Patxi López.  Hay que reconocer que, a pesar del buen resultado del PP de San Gil, los estrategas de Zapatero saben muy bien lo que se traen entre manos.
 
Tan sólo unos días después de las elecciones, una serie de hechos confirman que el escenario es el deseado por Ferraz. La permisividad con la lista blanca de Batasuna, el desapego hacia el PP, y el discurso nacionalista moderado han dado un resultado electoral que es una verdadera cuña en el tronco del PNV. Los peneuvistas se encuentran en una encrucijada complicada: tendrán problemas con EA y el peneuvismo radical si pactan con el PSE, y si lo hacen con el PCTV, los moderados del PNV generaran tensiones.
 
Una parte del peneuvismo preferirá dialogar con el PSE porque el camino moderado, a largo plazo, le permite acercarse con más seguridad a su Arcadia independiente. Una alianza con el PCTV  provocaría, además de problemas internos, la enemistad de Bruselas y Madrid. Por tanto, no es rentable para su proyecto soberanista. Además, el PSE pondría sobre la mesa una amenaza: la ilegalización del PCTV, que permitiría un pacto de gobierno sólido con el PP de San Gil.
 
Los populares, mientras, le hacen el juego a los socialistas. Las reiteradas denuncias a los comunistas de las tierras vascas como los herederos de Batasuna crea el clima favorable a su ilegalización, sin que el PSE –eso creen- se queme en ello y pierda su imagen de partido de diálogo.
 
Las condiciones del PSE para formar gobierno con el PNV serían tres: López lehendakari, retirada del plan Ibarretxe y un gran pacto para la “mejora” del Estatuto de Guernica.  Los socialistas se convertirían así en el centro político y el eje de una sociedad que quiere salir del conflicto; lo que situaría al PSE en una posición inmejorable para que, en dos años, con el Estatuto mejorado, ganasen las elecciones en el País Vasco. El cambio histórico estaría ya hecho.
 
El PP podría participar en ese gran pacto para un nuevo Estatuto. Ya lo dijo María San Gil: “la realidad es que el constitucionalismo suma hoy más que el PNV-EA”. Y la intangibilidad del Estatuto de Guernica no es obligatoria, si se tiene claro que el reformado debe estar dentro de la Constitución.
 
Los gritos de Ibarretxe en la noche del domingo esconden un auténtico problema para su partido. Ha fracasado su órdago a la Constitución, a la historia y al sentido común. Sin la totalidad del poder, y con un PSE decidido a asumirlo sin complejos, el dominio del PNV sobre la sociedad vasca se puede desmoronar. Hay que quitar la imagen de que el gobierno recae por derecho en los nacionalistas, y que se puede articular la autonomía sin victimismo, sin racismo, y con sentido de Estado. El cargo deLehendakarisería, por tanto, la llave para desalojar parcialmente a los peneuvistas de la administración, la policía y la educación. Y todo pasa porque López no ceda en la cuestión de la presidencia. En caso contrario, la farsa se diluye en la indignidad y en la ambición desmedida.

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