Menú
EDITORIAL

Un digno sucesor de Juan Pablo II

Es un hombre de principios, un hombre de religión, un humanista convencido de que el cristianismo no es cosa de ayer sino de hoy y un digno sucesor de Juan Pablo II el magno, con quien trabajó codo con codo durante muchos años

Elegir al sucesor de un Papa tan sobresaliente como Juan Pablo II no ha debido ser tarea fácil para los cardenales electores reunidos en el cónclave. Veintiséis años de pontificado que han dejado para el catolicismo y para el mundo un legado superlativo tenían que condicionar de algún modo la elección del siguiente Papa, y así ha sido. El nuevo Romano Pontífice, que reinará bajo el nombre de Benedicto XVI, es Joseph Ratzinger, un alemán de 78 años cuyo nombre había sido barajado en multitud de ocasiones para ocupar la silla de San Pedro a la muerte de Karol Wojtyla.
 
Ratzinger es, a pesar de que ciertos medios y algunos analistas se empeñen en lo contrario, un Papa de consenso. Por un lado es gran conocedor de la Curia Romana, en la que lleva más de veinte años como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Por otro, fue la mano derecha de Juan Pablo II durante su largísimo pontificado. De todo el Colegio Cardenalicio, del que era decano, no había nadie tan preparado como él para ejercer la enorme responsabilidad que, desde ayer, recae sobre sus hombros. Las dudas sobre su edad quedan disipadas a primera vista; Ratzinger no es un anciano decadente con las facultades mermadas sino un hombre robusto en plenitud de condiciones que puede servir a la Iglesia durante aún muchos años. Su idoneidad como Sumo Pontífice queda, sin embargo, fuera de toda duda. El cardenal bávaro es un teólogo excepcional, un fuera de serie de esta difícil disciplina, y ahí está su prolífica obra como demostración de que, al frente de la Iglesia católica, se encuentra un vigoroso intelectual. Tampoco puede soslayarse su papel de educador, ya que sus libros han contribuido más que los de otros autores a la formación teológica de sacerdotes y obispos.
 
Para el mundo, el pontificado de Ratzinger, de Benedicto XVI, viene a ocupar un periodo histórico marcado por el relativismo y la crisis de valores, especialmente en las naciones occidentales. No es accidental que el nuevo Papa sea de nacionalidad alemana. Porque si a Juan Pablo II le tocó protagonizar una titánica lucha contra el comunismo, una ideología liberticida que negaba la esencia misma del hombre y que fue calificada por Pío XI como "intrínsecamente perversa", a Benedicto XVI le va a tocar vérselas con la embestida de los nuevos apóstoles del laicismo radical, ideologema tan en boga en el occidente europeo del que Alemania es a la vez corazón y emblema. Más allá de los lindes de nuestro continente el Papa Benedicto tiene por delante una formidable tarea como guía espiritual de una comunidad de casi mil quinientos millones de personas. El catolicismo es una confesión que, en el tercer mundo, crece a prodigiosa velocidad; de hecho, la mitad de los católicos del planeta se encuentran en la América hispana, y en regiones tan remotas como África o Extremo Oriente la comunidad aumenta de un modo sostenido desde hace décadas.
 
Benedicto XVI puede ser un gran Papa. Es un hombre de principios, un hombre de religión, un humanista convencido de que el cristianismo no es cosa de ayer sino de hoy y un digno sucesor de Juan Pablo II el magno, con quien trabajó codo con codo durante muchos años. Pero deberá encontrar las respuestas adecuadas de la Iglesia a un mundo de creciente complejidad. Si bien resultan hasta cierto punto ridículas las llamadas de quienes no se consideran miembros de la Iglesia a que abandone sus más firmes creencias, la institución bimilenaria, sin renunciar a su ser, tiene el reto de ofrecer la mejor guía para sus fieles, en un mundo en transformación. El polaco y el alemán, hijos de dos naciones enfrentadas, ejemplificaron mejor que nadie que la Iglesia no es un partido político y que su líder no es tal sino un simple pastor de almas, un humilde trabajador en la viña del Señor.           

En Sociedad

    0
    comentarios