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Amando de Miguel

Conversación con los lectores

Uno de los ratos más felices de mi vida cotidiana es el de conversar con los lectores a través de este milagro “internetero”. Me es imposible dar cumplida respuesta a todos, pues el alud de mensajes crece por momentos. A veces me encuentro por la calle a alguien que me saluda: “Yo soy el que le envié un emilio sobre….”. En seguida pasamos al tuteo. Somos amigos sin conocernos. Misterios de la comunicación. Aunque persiste una inevitable disonancia: ellos saben más de mí que yo de ellos. Muchos me “siguen” a través de la radio o de los otros escritos. Espero que me envíen sus observaciones.
 
José Antonio García Mazurca ha leído con deleite mi libro Sobre gustos y sabores (Alianza). Ha puesto tanto cuidado en esa lectura que me ha sacado algunos errores y erratas. Los transcribo para que sirvan de ejemplo a los lectores y a mí de estímulo. Por ejemplo, don José Antonio opina que suena mejor “el esfuerzo por conservar” que “el esfuerzo de conservar” que yo digo. Tiene razón. En cambio, la locución que yo pongo, “frutas tocadas de gusanos”, don José Antonio me corrige: “tocadas por gusanos”. No me convence. Los gusanos pueden estar dentro de la fruta, por lo que está “tocada de ellos”, por lo mismo que un loco está “tocado de la cabeza”.
 
La crítica de don José Antonio es muy atinada por lo que respecta al anglicismo “como consecuencia de”. En su lugar, prefiere “a consecuencia de”, y está muy puesto en razón. Me pregunta don José Antonio por la fórmula del antecedente de la coca-cola doméstica que yo tomaba de pequeño, cuando aún no había llegado la coca-cola a España. Muy sencillo: un vaso grande terciado de agua, una cucharadita de vinagre, dos o tres de azúcar y una pizquita de bicarbonato. Se agita con una cucharilla y se bebe de un trago mientras el líquido se mantiene efervescente. De pequeño, ese bebistrajo me estimulaba mucho, una especie de ambrosía. Sobre el gusto del pescado, don José Antonio añade que las personas rústicas aborrecen el pescado porque no saben apartar las espinas. No se puede partir una trucha como si fuera un filete. Da gusto encontrar lectores tan amorosos.
 
Clotilde Estévez opina: “como lectora asidua de Libertad Digital tendré que considerarme libertaria en el buen sentido”. Es el sentido irónico que aquí le damos, partidaria de la libertad en todos los extremos, también en el de aceptar con gusto las variaciones del idioma común, siempre que no se aparten de la sindéresis. Entiendo que una persona que es libertaria digital no tiene por qué ser “ultraconservadora”, como a veces se siente calificada doña Clotilde, desde luego, no en el aspecto lingüístico. Normalmente aquí vamos por delante de los diccionarios.
 
Jon Valdivia es partidario de que el verbo authenticate, utilizado en Informática, se traduzca como autenticar. Me choca un poco, aunque esta traducción es la que sugiere el Diccionario de Juan Ramón del Pozo (IEE, ICO). En cambio, el Diccionario LID propone autentificar; me parece más correcto. Don Jon se inclina a traducir e-mail por e-correo. No me gusta. Prefiero emilio (que asimila el Diccionario LID). Cada vez más me inclino por imeil. Es así como lo decimos en España las más de las veces.
 
Rafael Vázquez (arquitecto) me sugiere que cambie el título de esta sección por “E-rrores y E-rratas”. ¡Qué e-spanto! Una cosa así sería un hachazo contra el alma misma de nuestra lengua, el e-spañol. Bastante será que haya que lidiar con los e-bancos, las e-tiendas y todas las demás e-chorradas. Esa famosa “e” colgante significa “electrónico”, pero la cuestión de los electrones es lo de menos en las corrientes de comunicación, por lo menos a ojos profanos e inocentes.
 
Alberto Méndez (Caracas, Venezuela) pregunta: “¿Usted qué opina sobre la conveniencia práctica de no usar los acentos sino cuando son necesarios, esto es, cuando cambian el sentido de la palabra?”. Mire, don Alberto, un idioma es ante todo una estructura heredada: en nuestro caso, milenaria. Las reformas ortográficas deben ir paso a paso, conforme discurre el lenguaje “en el que el pueblo suele hablar a su vecino”. Sería un desastre si quitáramos de golpe los acentos escritos. Se pueden ir eliminando algunos ociosos, como el de “solo” o el de los pronombres demostrativos. Pero el acento ortográfico, o simplemente gráfico, es la sal del idioma.
 
Francisco García hace una atinada disquisición sobre las técnicas fotográficas y su nomenclatura. Acepta que se llamen “cámaras digitales” a las actuales de tipo electrónico. Pero se niega a que las de óptica clásica se designen como “cámaras analógicas”. En todo caso esa fotografía “de toda la vida” sería una “fotografía química”, puesto que se basa en la propiedad de las sales de plata de ser estimuladas por la luz. Creo que tiene razón. No es prudente llamar analógico a lo que no es digital. Por ejemplo, no hay una “libertad analógica”, aunque sí LD.

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