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Carlos Semprún Maura

Sin demasiada novedad en el frente

Aparte de eso, ¿en qué se interesan los franceses? ¿En qué va a ser? En sus vacaciones, esa nueva religión panteísta.

Hace bastantes años una estudiante de filosofía, hablando de su profesor –que yo conocía-, afirmaba, entusiasmada que era genial: “Llega a clase, bosteza, se rasca la nuca, y nos dice: no sé de qué os voy a hablar hoy, no tengo ganas de hablar de nada.” Y al contárnoslo la muchacha aún se emocionaba, y su novio le miraba, embelesado: “¡Qué suerte tienes!” Lo que venía a decir ese profesor es bien sencillo: vosotros os aburrís estudiando, yo me aburro enseñando. Somos iguales. Sí, igual de imbéciles. Debo confesar que algo parecido me ocurre, pues no tengo nada nuevo que contar. En estos días, tres temas han copado la información en todos los medios: la muerte de un Papa, la elección de otro y el debate sobre la Constitución. De tejas abajo, poco puedo añadir a lo ya dicho. La propaganda más o menos oficial a favor del “sí” se incrementa, todos sus tenores se echan al ruedo. Después del fracaso de Chirac, el padre de la criatura – o más bien del aborto-, Giscard d´Estaing, pero también Sarkosy, Badinter, Lang, de Villepin, y su nuevo “maitre d´hotel”, Semprún (Jorge), todos se han puesto a cantar arias constitucionales. Enfrente, la mula parda de Emmanuelli, aparece muy solitario, o mejor dicho, únicamente acompañado por otras mulas pardas, como Maria-Georges Buffet, o Jean-Marie Le Pen. Es una operación transparente: los únicos que defienden el “no”, son mulas pardas. Mientras tanto los sondeos siguen gritando “no”. El último de BVA hasta alcanza el 58 % ( y ¡olé!). En cambio, el de CSA disminuye al 52 %.
 
Aparte de eso, ¿en qué se interesan los franceses? ¿En qué va a ser? En sus vacaciones, esa nueva religión panteísta. Este año las vacaciones de Semana Santa no coinciden con las fechas religiosas, sino que empiezan ahora. No se trata de demostrar laicismo, se trata de ganar unos días de ocio más. En este sentido se ha armado un zafarrancho de combate en torno al Lunes de Pentecostés, festivo en Francia. El gobierno pretende que sea laboral y el ahorro que eso produciría me sería entregado a mí. O mejor dicho, desgraciadamente, a nosotros, los viejos. Ni hablar, responden los sindicatos y la izquierda toda, ese día festivo es sagrado, no por motivos evangélicos, sino sencillamente porque las vacaciones son sagradas. Esto de la ayuda a los ancianos, como lo de la ayuda a los pobres, constituye la eterna estafa para aumentar los impuestos indirectos sin combatir la pobreza. Pero que no se preocupen demasiado los pobres franceses; no sólo la Constitución ordena el pleno empleo, sino que Martín Hirsch –muy conocido en su casa a la hora de almorzar- acaba de redactar el ciento veinticinco mil informe sobre la pobreza. Podrían seguir durmiendo tranquilos bajo los puentes del Sena, si no fuera por el frío.
 
Por cierto, los partidarios del “sí” también afirman que la Constitución garantiza la “excepción cultural”, basada en la divina comedia según la cual la cultura no es un mercancía, cuando son los primeros en tratarla como tal, con sus aranceles, tarifas aduaneras, proteccionismo ydumpingsubvencionado. El arte no será una mercancía, pero todos ustedes son mercaderes.

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