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Pío Moa

Del pacto antiterrorista al pacto proterrorista

Él está pisoteando las reglas del juego democrático, premiando a los terroristas, ansiando infinitamente la “paz” con ellos, y por eso mismo declarando la hostilidad, cuando no la guerra a los partidarios de la libertad y la unidad de España

Un defecto básico en la mayoría de los análisis políticos en España es la excesiva atención prestada a las palabras de los políticos (cuando no a la simple palabrería) en detrimento de los hechos. Mucha gente se dedica a comentar, creyéndolas más o menos, u haciéndoles críticas de matiz, frasecillas de los políticos como la del “ansia infinita de paz” del actual presidente. Los hechos, –insisto en ello porque la mentalidad española predominante, tan dada a la retórica, parece incapaz de percibirlos— son que ese ansioso pacifista ha protagonizado campañas de violenta agitación callejera, que respondió a la matanza del 11-M premiando a sus autores, que cumplió todas las expectativas de los terroristas, que se alía con violentos tiranos tercermundistas y, últimamente, con el terrorismo etarra.
 
Me gustaría mostrar que no hay la menor exageración en este último aserto. En las recientes elecciones vascas el PSOE no luchó contra el separatismo vasco, sino contra el PP. Su estrategia consistió en potenciar al separatismo y aislar a la derecha española. Con artimañas de maquiavelo de aldea, el actual presidente trató de hacerse valer ante Ibarreche como socio necesario, ofreciéndole un plan Pachilópez que es sólo una versión ligeramente aguada del plan Ibarreche-Ternera. Para ello tuvo que potenciar, a su vez, a la ETA, que ha vuelto a ser legalizada con evidente ilegalidad por este enemigo de la democracia. Quiero decir que sus manejos con el terrorismo definen al presidente como enemigo de la ley y la democracia. No sabemos qué intrigas se ha traído con la banda asesina, supongo que no tardarán en salir a la luz como salieron los de Arzallus, pero sólo puede dudar de ellas quien siga dispuesto a tragarse los “cien años de honradez” y similares.
 
Mucha renta política ha sacado el PSOE del hecho de haber tomado la iniciativa de proponer al PP el Pacto Antiterrorista, que en definitiva sólo significaba la aceptación por los socialistas de la política practicada por Aznar: aplicación rigurosa de la ley, sin caer en la claudicación “negociadora” ni en el crimen de estado frente a los pistoleros, es decir, en la política seguida tradicionalmente por el PSOE, y a la que éste parecía renunciar definitivamente. Sin embargo parece que está en la naturaleza del socialismo traicionar cualquier lealtad y cualquier respeto a las reglas del juego. La primera maniobra de la dirección del PSOE consistió en defenestrar o neutralizar a los socialistas honrados, como Redondo Terreros o Rosa Díez, para pasar a entenderse no con el PP, sino con los herederos de Sabino Arana, es decir, con los cómplices políticos y morales de los asesinos. A continuación vino a ofrecerse sumisa a los sabinianos, actitud que éstos han contemplado con una mezcla de desprecio, condescendencia y aprovechamiento; y, finalmente, ha llegado al “diálogo” con la banda asesina, a costa de cualquier principio democrático y a costa de sus víctimas más directas, a quienes el grupo zapateril no ha ahorrado ninguneos y campañas de descrédito.
 
Estos son los hechos, que ocurren ante nuestras narices mientras el maquiavelo de tres al cuarto desconcierta a tantos observadores y políticos con su charlatanería. Él está pisoteando las reglas del juego democrático, premiando a los terroristas, ansiando infinitamente la “paz” con ellos, y por eso mismo declarando la hostilidad, cuando no la guerra a los partidarios de la libertad y la unidad de España. Es obvio que a este personaje le falta incluso la dosis de sentido común y de sentido de la historia y del estado que, mal que bien, mantenía Felipe González. Sería suicida no oponerle desde ahora mismo la más resuelta resistencia.

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