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Jorge Vilches

La oposición de Rajoy

Con el telón de fondo de las elecciones en Galicia, no hay nada que impida que Rajoy se lance a la oposición sistemática contra el gobierno Zapatero

Es la hora de Mariano Rajoy. Hasta ahora, su labor de oposición, gris, de miércoles parlamentario de ceniza, ha dado unos resultados muy discretos. La ironía y el sarcasmo son como idiomas extranjeros para muchos votantes, que pueden percibir que el líder de la oposición no es más que el límite a la derecha de la acción del gobierno. Es decir, poco más que nada ante el gabinete más radical desde 1978. Es en estas elecciones gallegas de junio cuando Rajoy debe dar su auténtica medida.
 
En el referéndum sobre el Tratado constitucional, el líder del PP prefirió adoptar el discurso gubernamental, y apoyar la campaña de Zapatero. Así, la tarea de oposición, control y confrontación de ideas no existió; un “sentido de Estado” objetable, atendiendo a un posible “no” en Francia al mismo Tratado.
 
Tampoco se hizo oposición al gobierno Zapatero en las elecciones vascas del 17 de abril. Era algo lógico, pues las posibilidades de maniobra del PP de San Gil pasan siempre por la colaboración con el PSE. De esta manera, en esta última campaña electoral no se ha oído una crítica de verdad a la labor gubernamental, salvo en lo que se refiere a la presentación de los comunistas de las tierras vascas.
 
Entre medias, se ha aprovechado la presentación del vídeo que sobre el 11-M ha hecho la FAES para, otra vez, distanciarse del aznarismo. Rajoy dijo que se había acabado la oposición “visceral”; es decir, Aznar. La visceralidad ayudó al PP a llegar al poder en 1996, como antes le sirvió al PSOE, que con un enfrentamiento sistemático y convincente contra Suárez coadyuvó al desmoronamiento de la UCD, y, de forma similar, al de los populares en 2004.
 
El estilo de oposición de Aznar consistía en que el electorado percibiera que el PP combinaba el férreo control al Ejecutivo con la presentación de una alternativa plausible. Así, tras la “legislatura de la crispación”, entre 1993 y 1996, muy dura con González, Aznar diseñó una campaña electoral moderada para ganar el centro.
 
Rajoy quiere imponer su propia marca al partido, algo, por otro parte, lógico. Y uno de sus ejes políticos es separarse de Aznar, al que culpan del clima anti PP que desembocó en la derrota del 14-M. Las campañas electorales que dirige el equipo de Rajoy, por tanto, se basan en la moderación, en evitar la confrontación, en la respuesta dialéctica sin más. Pero, la legislatura también es de moderación. Se hace oposición en voz baja, sin molestar, con un sorry, sorry a cada paso.
 
Las circunstancias han obligado al PP –creámoslo así– a hacer campañas de no confrontación con el PSOE. Hay están las del referéndum y la vasca de abril. Con el telón de fondo de las elecciones en Galicia, no hay nada que impida que Rajoy se lance a la oposición sistemática contra el gobierno Zapatero. Y pida cuentas por el plan Galicia, pero también por una reordenación de España que no cuenta con el PP, por el vaciado de la Constitución, el desmantelamiento del archivo de Salamanca, la derogación del plan hidrólogico, el sainete de las soluciones habitacionales, el desordenado plan de regularización de inmigrantes, el apagón informativo sobre el 11-M, o la permisividad con los comunistas de las tierras vascas. Vamos, que se le oiga. Porque si alguien puede perder en Galicia, es Rajoy.

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