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EDITORIAL

La satisfecha rémora sindical

Los sindicatos han vuelto a mostrarse este 1º de Mayo como los recalcitrantes defensores de un statu quo que condena a buena parte de los trabajadores, no ya a la precariedad en el empleo, sino a permanecer en el paro de forma estructural e indefinida

Bajo el lema “Más empleo estable, mejor protección social”, los sindicatos mayoritarios CCOO y UGT han celebrado conjuntamente, en 57 manifestaciones en toda España, el Día del Trabajo. Bien estaría que los sindicatos empezaran ellos mismos por aplicarse la receta, pues, según ha publicado este domingo el diario ABC, resulta que en la lista de los 600 centros de trabajo de empresas y organizaciones de la Comunidad de Madrid con mayor tasa de temporalidad laboral -más de un 70% de sus contratos- se encuentran, precisamente, varias de las federaciones nacionales de CCOO y UGT, así como la propia sede del PSOE de Madrid.
 
Lo de menos, sin embargo, no es esta “doble moral” de predicar una cosa y luego practicar otra, sino el hecho de que los sindicatos, lejos de ejercitar una legítima y efectiva defensa de los trabajadores, han vuelto a mostrarse este 1º de Mayo como los recalcitrantes defensores de un statu quo que condena a buena parte de los trabajadores, no ya a la precariedad en el empleo, sino a permanecer en el paro de forma estructural e indefinida. Ahí están para acreditar su inmovilismo las llamadas que, tanto Fidalgo como Méndez, han hecho al gobierno para que no “ceda” a lo que han llamado las “presiones de la patronal” para abaratar el despido y liberalizar el mercado de trabajo.
 
Si la reforma del mercado laboral ya era necesaria en tiempos del Gobierno de Aznar, lo es de manera todavía más perentoria ahora que empiezan a agotarse los beneficios de las reformas parciales del gobierno anterior. Aunque la herencia económica recibida -y no poco maquillaje en la reciente Encuesta de Población Activa-, no nos permite hablar todavía de destrucción neta de empleo, ahí están los monumentales datos de caída de la inversión extranjera para que estén encendidas todas las señales de alarma. Zapatero creerá que, con él, España está en el “corazón de Europa”, pero lo cierto es que el eje francoalemán no va prorrogar los fondos estructurales y de cohesión para nuestro país; cosa, con todo, mucho menos grave que la caída de competitividad y los altos costes del empleo que soporta nuestra economia, por encima de la media de la UE ampliada.
 
En una economía libre, abierta y dinámica no hay algo así como la posibilidad de establecer por decreto el pleno empleo o la estabilidad laboral. Por mucho que esto encuentre respaldo en “la corrección política” de partidos y medios de comunicación, es tan absurdo como que los empresarios se manifestaran a favor de la “estabilidad en la clientela” y en contra de “la precariedad en el beneficio”. Hay que buscar la cantidad y la calidad del empleo en el libre funcionamiento del mercado, y no en los voluntaristas y rígidos corsés con los que lo ciñen nuestros decimonónicos sindicatos. Pero nuestros líderes sindicales no tienen de qué preocuparse; el Gobierno de ZP vive el día a día, sin preocuparse del lúgubre futuro inmediato, y dilapidando una herencia recibida que ya da señales más que preocupantes de agotamiento.

En Libre Mercado

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