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Juan Carlos Girauta

Trileros de la solidaridad

De todas las variantes de la inmoralidad pública, la más deleznable es la que se alimenta de la generación de expectativas a ciudadanos con serios problemas. Colgándose encima la medalla de la solidaridad

En la muy recomendable novela Turistas del ideal, de Ignacio Vidal-Folch, se retrata desde el esperpento a unas cuantas figuras intocables de la izquierda, artistas e intelectuales comprometidos. Comprometidos con su patrimonio, su imagen y sus ventas. Pero hay un submundo muchísimo peor que el que conforman esas figuras. Existe una red de organizaciones donde se ganan la vida un montón de tipos reacios al mercado con el subterfugio de una solidaridad que está por ver. Los más repugnantes son los que dicen dedicarse a buscar empleo a las personas discapacitadas mientras se limitan a rellenar expedientes, entrevistar y requerir documentos a cuanto discapacitado cae en su laberinto burocrático y kafkiano, contarles que la vida está muy dura, sobre todo para ellos, y cobrar de la Administración un tanto por expediente. Siempre se puede dirigir al burlado a algún curso de formación ocupacional. Y ese capítulo tiene delito.
 
No sé cómo estará la cosa en el resto del país, pero en Cataluña los responsables políticos de canalizar los recursos del Fondo Social Europeo para facilitar el acceso de los parados al mercado de trabajo han estado llevándoselo crudo, financiando a su partidillo democristiano (manda huevos) y ayudándose a sí mismos. La especialidad, cobraban por cursos que jamás tenían lugar. Luego está el entramado de los profesionales de la ayuda a sí mismos. Que les pregunten por los resultados obtenidos a los discapacitados que han sido mareados y defraudados por entes como EAL Fundación, Itinere o Fundosa. El servicio que les prestan a los afectados por trastorno bipolar, por ejemplo, se limita a recordarles lo difícil que es encontrarles empleo porque tienen altibajos: a veces estás bien, a veces estás mal. Para ese viaje no hacían falta alforjas. Claro que para entonces ya han completado otro expediente con el que justificar su existencia, las subvenciones que reciben y la supuesta ayuda social que vienen obligadas a prestar, en algún caso, las empresas de que dependen.
 
Recientemente hemos sabido de los incumplimientos del gobierno socialista por lo que hace a la política social, y más concretamente a las personas con discapacidad. Desde que llegó Zapatero, el presupuesto dedicado a ese capítulo se ha reducido en más de 25 millones de euros, según denunció recientemente Ana Pastor.
 
De todas las variantes de la inmoralidad pública, la más deleznable es la que se alimenta de la generación de expectativas a ciudadanos con serios problemas. Colgándose encima la medalla de la solidaridad. Son trileros: agitan tres cartas delante del discapacitado:¿dónde está la sota?Y el afectado ya cree que su suerte va a cambiar.¿Dónde está el empleo?¿Aquí? ¿O aquí? Pero el empleo nunca está en ningún sitio al que ellos tengan acceso. Miserables.

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