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Ricardo Medina Macías

Salvador Allende y su pasado racista

Menudo escándalo está causando en Chile el libro “Salvador Allende, antisemitismo y eutanasia” del historiador Víctor Farías, publicado por una editorial local ante la negativa de las grandes editoriales

Si fueron pecados de juventud, nunca se retractó de ellos. Lo que Salvador Allende siempre conservó, en todo caso, fue el desprecio a la democracia liberal de la que se sirvió para llegar al poder y destruirla. Murió en el intento.
 
Uno de los grandes mitos del santoral políticamente correcto es el endiosamiento de Allende como "un demócrata de izquierda". Su trágico fin un 11 de septiembre en el Palacio de la Moneda y la secuela de la dictadura de Augusto Pinochet contribuyeron a elevarlo a los altares de los mitos. Sin embargo, fue un furibundo médico antisemita (al menos en su juventud) y minó consistente y reiteradamente los fundamentos de la democracia chilena hasta el final de su vida.
 
Menudo escándalo está causando en Chile el libro “Salvador Allende, antisemitismo y eutanasia” del historiador Víctor Farías, publicado por una editorial local ante la negativa de las grandes editoriales temerosas de desafiar un gran mito políticamente correcto.
 
Farías es chileno pero ha desarrollado por décadas su carrera de historiador en la Universidad de Berlín. Antes ya había publicado Seix-Barral su obra “Los nazis en Chile”. Por cierto Farías también escribió hace tiempo el libro “Heiddeger y el nazismo”.
 
El escándalo no es para menos porque Farías rescató del olvido la tesis con la que se tituló de médico Salvador Allende en 1933, tesis que lleva el título de “Higiene mental y delincuencia”. En ella, el joven médico propone la esterilización de los enfermos mentales, fustiga a los homosexuales y se refiere así a los judíos: "Los hebreos se caracterizan por determinadas formas de delito: estafa, falsedad, calumnia y, sobre todo, la usura."
 
Más tarde, como ministro de Salud en el gobierno de Unidad Popular del presidente Aguirre-Cerda (1939-1941), Allende promovió una Ley de Esterilización para aplicarse a enfermos mentales, específicamente a quienes tuviesen taras mentales, esquizofrenia, psicosis maníaco-depresiva, alcoholismo crónico… Afortunadamente la iniciativa del feroz antisemita, que era Allende entonces, fue rechazada aún antes de llegar a discutirse en el Congreso.
 
Los defensores del mito, contra viento y marea, tildan a tales manifestaciones de "errores de juventud y sólo de carácter verbal", pero resulta significativo que fuese Allende como presidente de Chile quien rechazara deportar al nazi Walter Rauff, responsable directo de la muerte de más de diez mil judíos mediante el procedimiento de envenenamiento por gas en camiones, cuando se lo solicitó oficialmente Simon Wiesenthal, cazador de nazis prófugos.
 
En todo caso, el médico Allende jamás se retractó de esos "errorcillos juveniles".
 
Tal vez hay una estrecha pero oscura relación entre ese antisemitismo burdo y brutal en su juventud y la perorata demagógica de Allende en su madurez: "El mañana será del pueblo, será de los trabajadores. La humanidad avanza hacia la conquista de un mundo mejor". Sí, me imagino que se trata de un mañana "mejor" sin los "avariciosos" judíos, sin los "repugnantes" homosexuales, sin los "perturbados" esquizofrénicos y bipolares (antes, maníaco-depresivos), ni los "lamentables" retrasados mentales.
 
Pero ya veremos: ese mito seguirá en los altares. No hay peores ciegos que aquellos que no quieren ver.

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