Esta claro que esta Liga es justa propiedad del Barcelona, el equipo que ha jugado mejor al fútbol (y de forma más regular) durante las treinta y cinco jornadas que se llevan disputadas hasta la fecha. Es posible que el Real Madrid alcance, como pronosticó su presidente, los 84 puntos, pero, tras su victoria en Mestalla ante un Valencia que necesitaba ganar como fuera, es también muy factible que los azulgrana alcancen la redonda cifra de los 90. El campeonato ha tenido emoción hasta el final tras la imprevisible y loable reacción del equipo entrenado por Vanderlei Luxemburgo. Al técnico brasileño, que sigue sin gustarme un pelo, se le podrá achacar que el Real Madrid juegue contra el estilo que le ha convertido desde los años cincuenta en un club universalmente famoso, un icono del deporte del siglo XX, pero no se le podrá echar en cara que no ganara los partidos, eso no.
"El Madrid no nació para ser segundo", dijo el otro día Florentino Pérez en una Peña de Tres Cantos. Y es cierto: para el Real vuelve a ser un fracaso el hecho de no conseguir ni un sólo título, pero el Barcelona (que tampoco nació para serlo) aguantó sus cinco años de sequía. Y su reacción en Mestalla ha sido, sin duda, la reacción de un gran campeón. Quien conoce la rivalidad existente entre los dos "mastodontes" del fútbol español se imaginará también lo difícil que debe ser aguantar el aliento del máximo rival en el cogote. Yo creo que la reacción a última hora del Real Madrid pilló con el paso cambiado al Barcelona. Supongo que, viéndoles jugar y después de haber cambiado hasta tres veces de entrenador, nada hacía prever en principio que el Madrid diera ese impulso final. Pero el Barcelona ha tenido la templanza y el coraje suficientes para mandar un telegrama claro hasta el estadio Santiago Bernabéu: "La liga es nuestra. STOP y punto en boca".