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EDITORIAL

El Gobierno frente a sus contradicciones

No es casual que la lucha antiterrorista, acaso el ámbito más sagrado de la política nacional desde hace tres décadas, se haya convertido en el tema principal y en el que el Gobierno se ha encontrado de bruces frente a sus propias contradicciones

Inédito. Por primera vez desde que se instituyese el Debate sobre el Estado de la Nación, un Gobierno, que suele tener todas las de ganar, ha convertido el eje principal de su discurso en atacar a la oposición. Desde que el miércoles por la mañana Zapatero se subió al estrado de la Carrera de San Jerónimo hasta que ayer por la tarde bajase Rubalcaba del mismo, los representantes del Gobierno no han hecho más que apuntalar el ya consabido guión de acoso y derribo del Partido Popular. Y es que, a lo largo del debate, los diputados socialistas, más que tomar la temperatura a su gestión y defenderla de las previsibles críticas de la Oposición, se han consagrado a la sucia, vengativa y cortoplacista estrategia que tan buenos resultados les viene dando desde la flagrante violación de la jornada de reflexión hace poco más de un año.
 
Si durante el primer día quedó claro que en sede parlamentaria la sonrisa vale de poco si no viene acompañada de argumentos de peso, durante la jornada de ayer el PSOE puso a punto su artillería pesada con objeto de acobardar a un Mariano Rajoy que ha marcado uno de sus mejores registros parlamentarios. Zapatero, aparte de abundar en su inagotable colección de simplezas grandilocuentes, no ha ofrecido nada destacable. Todavía está el líder del PP esperando que el presidente se pronuncie por su idea de España, es decir, que nos diga si España es para él lo que consagra la Constitución u otra cosa bien distinta como la que se está cocinando en la reforma de ciertos estatutos.
 
El grueso del debate, no obstante, no discurrió por esos derroteros sino por el espinoso asunto de la lucha antiterrorista. Y no es para menos. El Gobierno, que viene desde hace un año jugando a aprendiz de brujo en el País Vasco tiene en este asunto mucho que ocultar. Con el Pacto Antiterrorista virtualmente roto, Zapatero ha necesitado de los buenos oficios oratorios de Rubalcaba para defender lo indefendible. Y ni aun así lo ha conseguido. No en vano la tesis de Rajoy ha sido apoyada por las víctimas del terrorismo, muchas de ellas compañeros de partido de Rubalcaba. Al portavoz socialista no le ha quedado más que huir hacia delante y, como era de esperar, se ha metido en un agujero. Decir que el PP ha sacado siempre jugo electoral a la lucha antiterrorista es centrar un balón para que un delantero avispado marque gol a la primera. Rubalcaba, que fue Portavoz del Gobierno en los años de degradación del felipismo, sabe bien que la política antiterrorista del PSOE en el Gobierno ha oscilado siempre entre la negociación bajo cuerda y el crimen de estado, entre las cesiones y el asesinato, por lo que mejor no menear una etapa negra que fortaleció sobremanera a ETA. La funámbula estrategia de Zapatero es, sin embargo, tan inane y tan irresponsable que van a ser precisas muchas piruetas dialécticas del Ejecutivo para disfrazarla.
 
En el Debate sobre el Estado de la Nación, tras 19 horas de sesión no ha quedado claro casi nada porque el equilibrismo en el que se mueve el Gobierno y su concatenación de dislates darían para varios debates más. No es casual que la lucha antiterrorista, acaso el ámbito más sagrado de la política nacional desde hace tres décadas, se haya convertido en el tema principal y en el que el Gobierno se ha encontrado de bruces frente a sus propias contradicciones.

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