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Ignacio Villa

Zapatero esconde a las víctimas

Para que la paz en el País Vasco sea definitiva tiene que ser una paz sin nada a cambio, sin facturas políticas; pero también una paz en la que las víctimas del terrorismo queden situadas en el lugar que les corresponde.

Ha ocurrido lo más grave que puede pasar cuando se lucha contra el terrorismo. Ha pasado lo que, ciertamente, era previsible; aunque quizá no era fácil aceptar que iba a ser tan rápido y tan patético. Zapatero ha perdido el control de la situación. Además de dejar que los terroristas de Batasuna escriban el guión de este esperpento, están marcando impunemente los tiempos y además se llevan todo el protagonismo político gracias a la lamentable estrategia del Gobierno socialista.
 
Desde el Ejecutivo no se cansan de hablar de diálogo y de paz. Para después ofrecer una imagen descompuesta y sin una dirección definida. Lo que ahora mismo nos queda del hombre del talante se resume en lo siguiente: el Pacto Antiterrorista está muerto, la Ley de Partidos ha sido enterrada, los terroristas están sentados en el Parlamento vasco, esos mismos terroristas tienen bloqueadas las instituciones del País Vasco, el Congreso ha sido humillado con una iniciativa que da luz verde al Gobierno para ceder ante ETA, Batasuna felicita a Zapatero por las decisiones tomadas, la misma Batasuna llama la atención a dos ministro por “insultar” a Arnaldo Otegui y a todo esto hay que añadir a un presidente del Gobierno mudo. Mudo con los últimos atentados de ETA, mudo con las amenazas de los terroristas, mudo con las víctimas del terrorismo.
 
El presidente Zapatero está cometiendo una larga cadena de errores en la búsqueda de la paz en el País Vasco. Pero de todos esos errores hay uno doloroso, incomprensible y definitivo. El olvido y la humillación hacia las víctimas del terrorismo. No tiene perdón que el Jefe del Ejecutivo haya laminado –en dos tardes– todo el reconocimiento social y moral que tenían las víctimas, después de muchos años. Zapatero parece que tiene vergüenza de ellas; las rehuye y las esconde. Y es que si a este hombre le queda un gramo de integridad política debe saber que está cometiendo una ofensa irreparable.

Para que la paz en el País Vasco sea definitiva tiene que ser una paz sin nada a cambio, sin facturas políticas; pero también una paz en la que las víctimas del terrorismo queden situadas en el lugar que les corresponde. Y con estas formas de Zapatero, lo único claro que sabemos ahora es que al presidente del Gobierno le molestan las víctimas. Y eso en una sociedad democrática está fuera de sitio.

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