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Carlos Semprún Maura

Sorpréndeme con un vidrio...

Tiesos, encorbatados moralmente, aburridos, tanto los portavoces del “sí”, como los del “no”, recitan su texto aprendido de memoria, como robots contrastando con el barullo, la furia, la pasión y la mala fe, de los debates pre oficiales

Creo expresar la opinión mayoritaria de la “France d´en bas”, según la fórmula electoral de Jean-Pierre Raffarin, que podría traducirse por los “franceses de a pie”, declarando que están hasta la coronilla de esta campaña constitucional europea. Desde luego que no es una opinión unánime, muchos se felicitan por la existencia de un amplio debate, de gran altura intelectual, en la medida que hayan sido invitados muchas veces a hablar, cuanto más salen en la tele más altura consideran que tiene el debate. Ahora que la campaña oficial ha comenzado, y los partidarios del “sí” siguen siendo más numerosos que los del “no”, con menosprecio de la aritmética democrática, las cosas han empeorado aún. Tiesos, encorbatados moralmente, aburridos, tanto los portavoces del “sí”, como los del “no”, recitan su texto aprendido de memoria, como robots contrastando con el barullo, la furia, la pasión y la mala fe, de los debates pre oficiales. Yo, que ya voté “no” en mi pueblo, volvería a votar lo mismo en París, pero con argumentos totalmente opuestos a los de los adversarios de la Constitución. La cuadratura del círculo. Algo parecido declaró el infeliz Alain Madelin, ex Presidente de “Democracia Liberal”, quien organizó el hara-kiri colectivo de su partido, en aras de la unión de la derecha, encerrándose en la UMP, en donde sobrevive en situación de arresto domiciliario. Explicó por radio el otro día, su discreción en esta campaña, diciendo que probablemente terminará por votar “sí”, pero con desgana, porque la campaña le da nauseas. Unos declaran que para decir “no” a la Europa liberal, hay que votar “no” a la Constitución, y los de enfrente, que para decir “no” a la Europa liberal, hay que votar “sí” a la Constitución. Sus argumentos y sus objetivos son los mismos, cuando lo que más necesitan Francia y Europa, son precisamente las libertades políticas y económicas, o sea liberalismo. El actual Presidente de la UMP, Nicolas Sarkozy, siempre me ha resultado antipático y sumamente contradictorio, pero debo reconocer que es un caso aparte en la clase política gala. Por ejemplo, es el único en afirmar que los términos de “social” y “liberal” se emplean si ton ni son (desde luego, muchas veces hay que traducir “social” por socialista y “liberal” por capitalista), que en Francia con el PAC y las subvenciones nacionales, los campesinos se han convertido en funcionarios, sin espíritu de iniciativa; que la Constitución europea ni es perfecta, ni está “grabada en el mármol”, y que, por lo tanto, se modificará y mejorará sobre la marcha, pero que ya tiene el mérito de obligar a Francia a realizar las reformas –implícitamente liberales– que ha sido incapaz de realizar. Chirac y Hollande dicen exactamente lo contrario: la Constitución nos protege contra las reformas.
 
Y, anoche, la sorpresa: a las dos, hora a la que sólo los que padecen insomnio, las enfermeras de guardia y los madrileños fetén, miramos la tele, me topé por casualidad con el final de una entrevista de Edmond Maire, fundador y ex secretario general de la CFDT, y nunca jamás he oído semejante defensa del liberalismo y de las privatizaciones en boca de un líder sindical francés, jubilado o no. Merecería ser editorialista deLibertad Digital. Hasta el punto de que, sonriendo, precisó: “No estoy abogando por la desaparicióntotaldel estado, claro que no se concibe un ejercito “privado”, ni una policía, o la Magistratura, hay funciones tradicionales del estado que deben permanecer, pero todo el resto...” Como nadie, ni nada, es perfecto, tuvo un desliz “sarkoziano”, emitió la esperanza de que tal vez Europa impulsara a Francia a realizar las reformas liberales indispensables. Esta Europa socialburócrata, me temo que no.

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