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John Chappell

La política del barril de carne de cerdo

Canalizar este hambre en el deseo de venganza por unos agravios históricos mayoritariamente o falsos o exagerados para desviar la atención de los votantes famélicos no está nada bien

Una de las expresiones más antiguas de la jerga política estadounidense alude a la costumbre de los políticos a tratar de satisfacer los deseos de sus votantes. El deseo más cercano a la cuenta corriente del votante suele ser también el deseo más cercano a su corazón, y por eso los varios candidatos al Senado y a la Cámara de Representantes prometen mucha inversión gubernamental en su estado o su distrito. Los que cumplen sus promesas frecuentemente son reelegidos.
 
Esto, despectivamente, se llama "la política del barril de cerdo." Supuestamente, en el siglo XIX, la típica promesa de un candidato de poca monta sería un barril de carne de cerdo ahumada gratis para cada votante si salía elegido. Entre los practicantes actuales más famosos y asiduos de este peculiar modo de hacer política es el líder demócrata en el Senado, el ex-jefe del Ku Klux Klan Robert Byrd, quizás más conocido por los visitantes de Virginia Occidental por el hecho de que cada autopista, oficina de correos, juzgado, y puente lleva su nombre. Incluso John Kerry, todavía senador de Massachusetts y pacifista notorio, salió hace unos días en los periódicos por exigir que una base militar en su estado, que el Pentágono quiere cerrar por inútil, se quede operativa. Los republicanos, por supuesto, le acusaron de practicar lo del barril de cerdo.
 
Esto del plan Maragall sobre la financiación catalana me huele a beicon. Si entiendo bien, Maragall quiere reservar un cierto porcentaje de los impuestos recaudados por el gobierno central dentro de la región autónoma de Cataluña. O sea, Maragall quiere un mínimo garantizado del reparto del barril de cerdo para Cataluña. Está muy bien, forma parte de la gran tradición democrática, pero conviene llamarlo por su nombre.
 
La respuesta cínica de un político experimentado norteamericano a los disparates maragallianos sería algo así: "Mira, hombre, si tus parlamentarios no pueden sacar suficiente cerdo para que tus votantes estén contentos, quizás dichos votantes estarían más felices con otro partido y te lo dirán en las próximas elecciones. O sea, a por el cerdo. Esto se entiende perfectamente. Pero queda muy feo disfrazar esto bajo la capa y la máscara del nacionalismo patriótico que defiende los propios derechos históricos de tu pueblo."
 
El sistema norteamericano del reparto de los impuestos funciona de ese modo. Hacienda recauda los impuestos federales, o sea, centrales. El Congreso reparte el cerdo. Cuando hay suficiente cerdo para todos, entonces se gasta lo que sobra en la defensa y cosas necesarias de este tipo.
 
Si tu estado quiere más cerdo, entonces lo que haces es recaudar impuestos en tu estado. Los más típicos son sobre la propiedad inmobiliaria, un IRPF estatal (mucho mas bajo que el federal, normalmente, porque cuando el IRPF estatal sube demasiado mucha gente se traslada a otro estado), sobre la venta (un tanto por ciento; por eso pagas un dólar con diez por un periódico que en su portada pone que cuesta un dólar cuando te dispones a comprarlo en el aeropuerto de Nueva York), y sobre el alcohol, el tabaco, el juego, y la gasolina (los llamados "impuestos sobre el pecado").
 
O sea, que todos los representantes catalanes, madrileños, vascos, murcianos, y cántabros compiten por el cerdo. Esto está muy bien, y que los que no traigan el cerdo a casa no vuelvan al Parlamento. Pero si el hambre de tus votantes no está saciado con lo que puedes traer a casa desde el gobierno central, lo que tendréis que hacer es sacar más cerdo de tu propio estado. Canalizar este hambre en el deseo de venganza por unos agravios históricos mayoritariamente o falsos o exagerados para desviar la atención de los votantes famélicos no está nada bien. Lleva a una desvertebración entre regiones innecesaria y contraproductiva.
 
Lo que no está mal es ser honesto sobre lo que realmente quieres hacer, y si esto es traer dinero a Cataluña para construir aeropuertos y escuelas y hospitales y carreteras, perfecto. Hay que mantener contentos a los votantes, pero sin pasarse. Hay que ser responsables con el cerdo, porque si comes demasiado te pones enfermo y el país acaba como Argentina. Este quizás es el genio del sistema anglosajón: consigue controlar la cantidad de cerdo que se reparte, para que todos coman pero para que nadie engorde.
 
Hay un viejo chiste político muy famoso en Estados Unidos. Un político está estrechando manos en un pueblo pequeño. Se encuentra a un anciano del lugar y éste le pregunta por qué debería votarle, y el político le dice, "Bueno, señor, hace cinco años voté a favor de subir su pensión, y hace diez años conseguí los fondos para el hospital nuevo, y hace quince años abrimos la universidad pública para que sus hijos estudien, y hace veinte años presenté la resolución que permitió abrir el casino donde trabaja su nieto." Y el viejo le responde, "Vale, pero ¿qué has hecho para mí recientemente?"

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