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Jorge Vilches

El giro antiterrorista

El giro antiterrorista del PSOE es impropio de un partido y de un gobierno que deberían tener sentido de Estado, porque el coste de este tanteo al mundo etarra está siendo, de momento, demasiado elevado

El problema de la política antiterrorista del gobierno Zapatero no es solamente la torpeza informativa, la destrucción del Pacto Antiterrorista o el malestar de las víctimas. Lo peor es que el presidente, lamentablemente, ha alimentado la idea de que la única manera de acabar con el terrorismo es a través de una cesión moderada a los violentos. El reverso tenebroso de lo que sería un error funesto, es que el giro antiterrorista de Zapatero sea, sin éste saberlo, una pieza de la estrategia de ETA para socavar la fortaleza del Estado de Derecho y la unión de los demócratas que lo sostienen.
 
La política antiterrorista del ejecutivo socialista es tratar la violencia de ETA como un terrorismo diferente. Hasta ahora, ETA era una banda nacida al calor de los movimientos izquierdistas de los años 60, con una naturaleza marxista-leninista y nacionalista. Los distintos gobiernos de la democracia han tratado a ETA como se trató a la Fracción del Ejército Rojo en Alemania, o a las Brigadas Rojas en Italia. Aquellas bandas desparecieron debido a la triple presión: policial, política y judicial. No hubo cesión. Se dividió a sus cúpulas con la idea de la lucha política democrática y la posibilidad de la reinserción. Fue el caso de las Brigadas Rojas italianas, y los españoles FRAP y GRAPO. Esos grupos terroristas acabaron descompuestos por la presión del Estado, la debilidad y su división interna. Esta es la vía que adoptaron el PP y el PSOE con el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, que en poco tiempo estranguló a ETA.
 
El gobierno socialista ha creído que es útil, primero, aceptar la existencia de causas que motivan la violencia, como en el caso del terrorismo islamista, y, segundo, adoptar el discurso y la simbología del “proceso de paz” de Irlanda del Norte. Alguno creyó que podía convertir a Arnaldo Otegi en Gerry Adams. Pero es un error mayúsculo. Se trata de un terrorismo nacionalista de izquierdas, que ha sobrepasado su esperanza de vida gracias al apoyo, tolerancia o comprensión encontrados en una parte mínima, pero ruidosa, de la sociedad vasca. Y no han valido la transición a una democracia muy permisiva, la amplísima autonomía de las regiones y nacionalidades, o un desarrollo económico apoyado en el principio de solidaridad constitucional y español. Nada.
 
El gobierno socialista, y ojalá me confunda, creyendo a ETA ha contribuido al objetivo terrorista, propio de cualquier terrorismo, de debilitar al Estado y a la sociedad a las que combaten. ¿Y cómo? Han separado a los dos partidos de gobierno, roto el Pacto Antiterrorista que tanto daño les ha hecho, y han logrado, incluso, que las asociaciones de víctimas y organizaciones cívicas que se enfrentan al terror se muestren divididas.
 
El giro antiterrorista del PSOE es impropio de un partido y de un gobierno que deberían tener sentido de Estado, porque el coste de este tanteo al mundo etarra está siendo, de momento, demasiado elevado: víctimas que se manifiestan desamparadas porque el Estado pierde el sentido de justicia, la sociedad civil dividida en cuanto al tratamiento al terrorismo, la nueva franquicia de Batasuna sentada en el Parlamento vasco, y los partidos de gobierno enfrentados más allá de lo razonable. Guirigay español, sonrisa etarra.

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