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Alberto Recarte

¿Ha fracasado el euro?

Es natural que los economistas y políticos que defendieron el euro sobre la base de que ninguno de los problemas a los que he hecho referencia tendrían importancia, no quieran examinar cómo está funcionando la moneda europea.

Cuando se discutía la posibilidad de crear el euro y el Banco Central Europeo, a finales de los años noventa, había entre los economistas varias preocupaciones significativas: la posibilidad de que los países integrados tuvieran ciclos diferentes, el pasado inflacionistas de los países denominados despectivamente PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España), cómo imponer una imprescindible disciplina presupuestaria, en particular a los que tenían un pasado más borrascoso, y cómo responder monetariamente en caso de que se produjera un “shock asimétrico”, que afectara de forma desigual a las economías del área euro.
 
El servicio de estudios del Banco de España fue particularmente beligerante en el muy moderado debate que se estableció entre los que apoyaban la integración y los que nos oponíamos, que nunca fuimos muchos.
 
Durante todos estos años, desde el esfuerzo del primer gobierno del PP, ya en 1996, para cumplir los criterios de convergencia, hasta hoy, la opinión de que el euro como tal y nuestra integración en el mismo han sido decisiones acertadas, goza de una mayoría abrumadora. Es natural que los economistas y políticos que defendieron el euro sobre la base de que ninguno de los problemas a los que he hecho referencia tendrían importancia, no quieran examinar cómo está funcionando la moneda europea; es lógico, por otra parte, que en España, donde la economía no ha dejado de dar satisfacciones desde hace 10 años, reabrir este debate resulte esotérico. Pero tendremos debate, no ahora, pero sí dentro de uno o dos años. Esto es sólo un anticipo.
 
En relación a la unificación del ciclo económico, el Banco Central Europeo acaba de manifestar su preocupación porque no sólo no se unifican sino que divergen cada vez más entre los países miembros, por lo que es imposible utilizar la política monetaria de una forma coherente. Consecuencia, parálisis. Un ejemplo muy próximo son las recientes declaraciones de Rodrigo Rato como gerente del FMI, instando al Banco Central Europeo a bajar los tipos de interés, mientras como ministro de economía del gobierno español reclamaba que se subieran y si hoy continuara siéndolo lo haría con mayor determinación, porque nuestra inflación es mayor que la europea y el margen de diferencia se amplía, no se reduce. Pero al respecto les animo a que lean, o vuelvan a leer, lo que decían los responsables del Banco de España en esos momentos sobre la inevitabilidad del ciclo unificado.
 
En relación a los países PIGS, y tras un periodo inicial en el que todos crecieron con fortaleza, animados por las devaluaciones previas de los años 92-94, reduciendo significativamente sus déficits públicos y sus inflaciones, se están concretando los peores temores en relación a Portugal, Italia y Grecia.  España es la excepción. Portugal lleva cuatro años de estancamiento y su déficit público parece ser de entre el 5% y el 7% del PIB, Italia acaba de entrar en recesión y su déficit público parece ser del orden del 4%, Grecia todavía crece pero su agujero presupuestario puede situarse también entre el 4% y el 7% del PIB. Ninguno de ellos va a conseguir remontar la actual situación y todavía no ha comenzado a aumentar significativamente el paro; cuando lo haga, habrá problemas. España es la excepción, porque durante ocho años ha contado con un gobierno serio y fuerte que ha hecho muchas de las reformas. Pero no todas, y por eso las consecuencias del proceso de pérdida de competitividad se retrasan. Pero están ahí.
 
El tema de la disciplina presupuestaria ha comenzado por ser un problema de los grandes países centrales antes que de los PIGS, pero ahora, y con la excepción de España, el problema es grave para todos, pero más para Italia, Grecia y Portugal que para Alemania y Francia.
 
Y en relación a la posibilidad de que se produjera un “shock asimétrico”, una opción que descartaban también los economistas del Banco de España, finalmente ha aparecido personificado en China y el resto de los países asiáticos, que han empezado por provocar una tremenda alza del precio del petróleo, al tiempo que se presentan en nuestras fronteras compitiendo con todo tipo de ventajas. El shock es asimétrico, porque mientras en Alemania y a pesar de la revaluación del euro las exportaciones se disparan y arrastran positivamente el crecimiento, en países como España nos están provocando un déficit comercial que también nos arrastrará, pero en otra dirección.
 
¿Qué aporta el euro? ¿Menos inflación? No en España. ¿Disciplina presupuestaria? En ningún sitio. ¿Tipo de cambio flexible? En absoluto, porque se mueve, no de acuerdo con la situación de la economía europea, sino con las compras y ventas de dólares. ¿Bajos tipos de interés? Sí, pero demasiado para países como España, y que en nuestro caso son los principales responsables de la subida del precio de la vivienda. ¿Extensión del ciclo de crecimiento en España? Sí, pero creo que no es una virtud, sino un lastre. Sin el euro, y siempre que el gobierno del PP hubiera sido tan serio y hubiera hecho las mismas reformas, habría terminado el ciclo expansivo hace tiempo, pero podríamos haber comenzado otro, y sobre bases más sólidas.
 
Recientemente Raffarin, el primer ministro francés, ha declarado que un no en el referéndum en su país significaría una crisis económica profunda y el fin del euro. No creo que ocurriera ninguna de las dos cosas. Holanda parece que también tiene dudas sobre la mal llamada Constitución europea y Gran Bretraña nunca la aprobará. Los políticos europeos han forzado tanto la integración sobre bases económicas artificiales, como el euro, y sobre proyectos burocráticos, como la Constitución, en lugar de como un proyecto político, en una demostración contemporánea de despotismo ilustrado, que probablemente se van a quedar solos. Momento en el que volveremos a discutir de los problemas reales de Europa. Y  ojalá que en la reconsideración no entre en cuestión la libertad de circulación de bienes, servicios, personas y capitales, el auténtico logro de los políticos europeos de la posguerra.
 
Una última reflexión. El euro ha resultado ser perfecto para los políticos irresponsables de todos los países y para los burócratas de los bancos centrales nacionales. Durante los últimos años, ciertamente hasta ahora, se ha podido gobernar de cualquier manera: no importaban, ni importan, los déficits públicos, porque no tienen consecuencias en la confianza en el país y tampoco la inflación es relevante, porque la financiación externa es aparentemente infinita. Aunque hay límites, que ya se manifiestan, por ejemplo, en la falta de crecimiento de los más débiles. A los políticos que gobiernen en los próximos años en todos estos países sí les va a importar, sin embargo. Y la mayoría no se atreverá a pensar en soluciones. Hasta que alguien grite que el rey está desnudo.

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