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EDITORIAL

Zapatero, el alquimista torpe

Con Zapatero ejerciendo de alquimista torpe que ensaya a partes iguales dosis de talante y de mano dura, lo más que cabe esperar es que la formula termine por explotarle cuando menos lo espere

Ya lo dice el viejo refrán: “vísperas de mucho, días de nada”. La absurda maniobra combinada de rendición ante el nacionalismo y de aproximación a la ETA que perpetra el Gobierno desde hace meses no sólo no ha solucionado nada, sino que ha empeorado sobremanera la situación. Por una parte, ha abierto un proceso constituyente innecesario que, llevado a los términos que pretende Ibarretxe o Maragall, puede quebrar sin remedio el Estado de las Autonomías. Por otra, la lucha antiterrorista, uno de los florones del Gobierno Aznar, se ha venido abajo estrepitosamente y la banda ha recobrado la actividad, el protagonismo político y los titulares de prensa.
 
El atentado de hace dos días en Madrid y las bombas que estallaron la pasada madrugada en Vizcaya son consecuencia directa de la política funámbula y la falta de miras de un gabinete que está jugando con fuerzas que desconoce. Inspirar expectativas a los terroristas a través de una desigual mesa de negociaciones tiene como consecuencia ineludible que éstos se crezcan y apuren sus últimos cartuchos para apostar con fuerza en la partida a la que, gratuita e inmerecidamente, les ha invitado el Gobierno. La jugada que pensaba hacer Zapatero tenía todas las de salir mal, y así ha sido. Porque lo inaudito no es tanto que la ETA haga lo único que sabe hacer, sino que el Gobierno haya pensado que, por un puñado de buenas intenciones y mucha palabrería hueca, deje de hacerlo y se entregue sin condiciones. Eso sería lo ideal y probablemente era el escenario que, en sus fantasiosas ensoñaciones, dibujaba ZP mientras trazaba el nuevo mapa asimétrico sobre el que espera gobernar eternamente.
 
Al cabo de seis meses desde que el plan secesionista de Ibarretxe obtuviese el plácet de la cámara vasca, la esquizofrenia se ha apoderado del panorama político y judicial. La España política, la de Zapatero y sus socios, ha tomado un rumbo. El de relegalizar Batasuna, tender la mano a los asesinos y emprender un ordenado despiece de la Nación. La España judicial, sin embargo, se empeña en lo contrario; en aplicar la Ley y en enviar a prisión a quien se la salte. Sólo de esta manera puede entenderse que anteayer Arnaldo Otegi preguntase sorprendido si Conde Pumpido, Fiscal General del Estado, estaba al corriente de su inmediato ingreso en Soto del Real. ¿Y por qué Conde Pumpido?, ¿acaso el Fiscal General ha recibido órdenes para evitar que el batasuno se vea entre rejas y frustre de esta manera el inmoral arreglo que alguien por otro lado está llevando a cabo?
 
Si Otegi es merecedor de semejante pena –y no dudamos que lo sea-, ¿cuánto tiempo más va a esperar la Fiscalía General del Estado para iniciar el proceso de ilegalización del PCTV, un partido que hasta se ha permitido la insolencia de cambiarse el nombre por el mucho más gráfico de Izquierda Abertzale. A pesar de que el ministro de Justicia asegure que no se dispone aún de indicios que lleven a pensar que IA es Batasuna, es decir, ETA, lo cierto es que a Otegi lo encerraron la noche del martes por su pertenencia a una organización que orbitaba en torno a la banda terrorista, una organización, dicho sea de paso, que no se diferenciaba en nada con el grupo de Izquierda Abertzale que acaba de quedar constituido en el Parlamento Vasco.
 
Si la Ley sirve para una cosa pero no para otra de igual naturaleza es que el Estado de Derecho no funciona y las leyes se han quedado para servir a espurios intereses políticos. La ETA no ha declarado tregua alguna, es más, tiene su potencia de fuego lista para cometer atentados de gran calado de los que, una vez cometidos, no quedará más remedio que lamentarse. Si la Ley de partidos se hizo para asfixiar a la banda no es de recibo que a día de hoy siga sin aplicarse o, lo que es peor, se aplique a medias según convenga al Gobierno. La lucha antiterrorista requiere firmeza y determinación. Si no es así son los asesinos los que se adueñan de la situación con los efectos conocidos por todos. Con Zapatero ejerciendo de alquimista torpe que ensaya a partes iguales dosis de talante y de mano dura, lo más que cabe esperar es que la formula termine por explotarle cuando menos lo espere. 

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