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Pablo Molina

Carnicería preventiva

uno se pone el casco azul y ya puede ocupar los ratos de ocio confraternizando con la población indígena femenina —a poder ser menor de edad para evitar contagios molestos—

Según el Estado Mayor del ejército francés, el pasado veinte de mayo se abrió una investigación sobre cuatro soldados destacados en Costa de Marfil, acusados de violar a una menor en el poblado de Madinani. Existe una diferencia, anecdótica pero por eso mismo categorial, en la forma de intervenir militarmente de los EEUU y las fuerzas del “corazón de Europa” bajo bandera onusina: En el segundo caso, a los padres de niñas adolescentes no les llega la camisa al cuerpo.
 
Las denuncias de violaciones de mujeres y niñas por los portaestandartes de la legalidad internacional se agolpan en la mesa de Koffi Annan, hasta el punto de que ya forman parte del paisaje de la ONU. Es lo que tiene el disfrutar de la bendición de la progresía mundial: uno se pone el casco azul y ya puede ocupar los ratos de ocio confraternizando con la población indígena femenina —a poder ser menor de edad para evitar contagios molestos—, que ya se encargarán los periódicos de ocupar las páginas de “internacional” con la muerte de un terrorista herido a manos de un marine o con denuncias falsas sobre el uso higiénico de las páginas del Corán.
 
Los hechos que ahora se investigan, han ocurrido en Costa de Marfil, la Côte D’Ivoire, joya de la corona colonial francesa que se desarrolló tras la independencia bajo el régimen autoritario de Houphouët Boigny, más conocido como “El Viejo”. Mientras el dictador vivió, la paz se imponía gracias a una estructura política de partido único, convenientemente arropado por el poder militar francés; pero a su muerte, las tensiones, a menudo de carácter étnico, se recrudecieron, dando lugar a férreos conflictos entre el sector autodenominado “marfileño” (nacidos en el país de padres nativos y católicos) y la población procedente de la vecina Burkina Faso, de obediencia musulmana.
 
Francia nunca ha renunciado al control político de la zona y para ello no ha dudado en actuar militarmente llegado el caso. Pero es que lo que han hecho y continúan haciendo las tropas francesas en Costa de Marfil raya en la categoría de crímenes de guerra. Un amable lector me envía un enlace, difícil del encontrar, con un vídeo que muestra a un destacamento de soldados franceses disparando contra una multitud desarmada mientras se manifiesta pacíficamente. Los mismos meapilas del consenso mundial que se desgañitaban bramando contra la violación de los derechos humanos perpetrados por los useños en la cárcel iraquí de Abu Grahib, no encontraron un hueco en su apretada agenda mediática para dar noticia del suceso. Al fin y al cabo las víctimas son negras y, más importante aún, europeos los asesinos; qué digo europeos, ¡franceses! y es sabido que en estos casos la legalidad internacional se adapta, ad hoc, al curso de los hechos.
 
Es muy interesante también la argumentación política de Chirac para justificar las matanzas perpetradas por sus muchachos. “No dejaremos que se desarrolle en Costa de Marfil un régimen que sólo puede conducir a la anarquía o a un sistema de naturaleza fascista”. Bush no llegó jamás tan lejos en su amenaza al régimen de Husein, pues de hecho, el sistema “de naturaleza fascista” se consumó y perpetró sus fechorías durante décadas antes de la intervención militar definitiva. Chirac, en estos casos, se muestra partidario una nueva forma de legalidad internacional extramuros el Consejo de Seguridad de la ONU. Por mi parte propongo modestamente una denominación: Carnicería preventiva.

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