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GEES

Un ministro insólito

Pero más insólito aún que un ministro mejor valorado que su presidente, es un ministro que mantiene públicas discrepancias en todos los asuntos fundamentales en la agenda del Gobierno

El Ministro de Defensa, José Bono, ya supera en valoración al Presidente del Gobierno. Es un hecho insólito que un ministro, máxime en una cartera tan poco popular en España como la de Defensa, logre superar en reconocimiento público a su jefe en el Ejecutivo. Insólito y peligroso, hasta el punto de que no haya que descartar un maquillaje del CIS para otorgar un milagroso empate hasta las centésimas en la valoración de ambos políticos.
 
El empate de Bono es, en todo caso, más un demérito de Zapatero que un mérito del Ministro de Defensa. En un año en La Moncloa Zapatero ha perdido un tercio de la confianza que los españoles depositaron en él tras hacerle ganar las elecciones. La imagen de Bono también se ha deteriorado desde entonces, con chapuzas como la autoncesión de su medalla o su falsa agresión por las victimas del terrorismo, pero su caída en popularidad ha sido mucho menor que la de ZP.
 
Pero más insólito aún que un ministro mejor valorado que su presidente, es un ministro que mantiene públicas discrepancias en todos los asuntos fundamentales en la agenda del Gobierno. Más aún, a Bono no le preocupa que se note que está en radical desacuerdo con Zapatero, sino que le preocupa que el hecho de estar en el mismo gobierno le haga aparecer como conforme con la política de su jefe. Puede resultar extravagante, pero esa es la pregunta que el Ministro de Defensa hace cada mañana a sus colaboradores: ¿Percibirá la gente que no estoy de acuerdo con esta decisión de Zapatero?
 
La diferencia más fundamental reside en el modelo de Estado de uno y otro. Zapatero apuesta por una disolución de España en un Estado plurinacional y confederal, en línea con lo que le demandan Maragall y los socialistas vascos. Bono, por el contrario, hace ostentación de su fe en la Nación española como garantía de la igualdad de derechos de todos los españoles y se niega a vaciar de más competencias un Estado que en su opinión ya ha sido suficientemente esquilmado.
 
Esa diferencia en su concepto de Nación y en su modelo de Estado les lleva a su vez a mantener posición enfrentadas en la cuestión de la financiación autonómica. En varias ocasiones Bono se ha opuesto con contundencia a la publicidad de las balanzas fiscales, una propuesta que el PSOE ha apoyado en el Congreso con el visto bueno de Zapatero. El Ministro socialista se alinea así con todos los barones territoriales socialistas frente al Presidente. No es de descartar que termine liderando la resistencia interna al chantaje de Maragall y ERC.
 
En política exterior, frente a un ZP al que nadie le coge en teléfono en Washington, Bono es recibido con honores de Jefe de Estado por su colega del Pentágono. Frente a un Zapatero que se queda entupidamente sentado al paso de la bandera norteamericana, Bono hace una exaltación de las barras y estrellas a la altura del más exaltado neocon estadounidense. Puede que existan reticencias en Washington a los peligrosos negocios de Bono en Venezuela, pero se le agasaja como el único miembro del actual Ejecutivo español con cierto sentido de la realidad política.
 
En la arriesgada apuesta de ZP por abrir una negociación con ETA, Bono no sólo discrepa, sino que parece estar dispuesto a hacer todo cuanto esté en su mano por boicotear el proceso. Y el Ministro de Defensa, a diferencia del de Justicia, tiene algo más que sus declaraciones para torpedear los esfuerzos apaciguadores de ZP.
 
Por último, pero no menos importante, frente a un Presidente que ha roto todos los puentes de dialogo y entendimiento con el principal partido de la oposición, Bono se permite llevarse de tournée al líder del Partido Popular y arrancarle en el camino un consenso sobre el principal proyecto legislativo de su departamento, la Ley de Defensa Nacional.
 
En estas circunstancias hay quien piensa en el PP que Bono es hombre más razonable que Zapatero y que es buena estrategia la de dorarle la píldora para fomentar la división en el Gobierno. Es un doble error. En primer lugar, Bono no es mejor que ZP, simplemente es más falso, y por tanto aún más peligroso. Por otro, la aspiración de Bono es ser el sucesor de Zapatero en La Moncloa, lo que probablemente encaje mal con los planes de Mariano Rajoy.

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