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Eduardo Pedreño

Navegar ya nunca será igual

si aún no ha instalado esta pieza de software, más vale que se de prisa ante el riesgo que corre de convertirse en el hombre desactualizado, de pasar al otro lado de esa otra frontera digital

Los vertiginosos cambios que se están produciendo en la web están pillando desprevenido, como de costumbre, a medio planeta. Internet es hoy, más que nunca, un hervidero de innovación, trabajo en grupo y creación como se ha visto pocas veces. Lo estamos viendo con el software de escritorio. Lo estamos viendo con las aplicaciones web libres que se instalan por millares y amenazan a los grandes (en breve, un artículo al respecto). Lo estamos viendo con el RSS (que sin duda merece otro artículo). Los weblogs, los wikis, el XML, el periodismo participativo, los bookmarks sociales, las Creative Commons, las comunidades tipo Flickr, etc… Quienes hemos vivido siempre en este mundillo no damos abasto, nos faltan horas al día para mantenernos actualizados. La innovación surgida de la muchedumbre supera con creces nuestra capacidad de digestión. Aún así, voy a hacer un esfuerzo en las próximas semanas por hacer un resumen breve y (espero) didáctico para que el lector vea una simple foto de todo lo que está pasando.
 
Y esta semana le toca el turno a Firefox. Sí, ya he hablado muchas veces del navegador alternativo a Microsoft que le come terreno a pasos agigantados. Seguro que el lector está harto de leer el palabro allá donde va. Pero si aún no ha instalado esta pieza de software, más vale que se de prisa ante el riesgo que corre de convertirse en el hombre desactualizado, de pasar al otro lado de esa otra frontera digital. La frontera entre quienes navegan en un viejo 600 frente al último modelo de descapotable de lujo. Elija el descapotable: es gratis, le conviene y le ayudará a no quedarse obsoleto.
 
Lo que está pasando con Firefox es que el fenómeno está superando con creces lo que sus creadores habían planeado en un principio. Por supuesto que Firefox es revolucionario. Pero la posibilidad que tiene de ser “extendido” a través de desarrollos de terceros es la que está provocando una avalancha de desarrollos que empiezan a cambiar dramáticamente nuestra forma de navegar. Las extensiones de Firefox que han ido surgiendo o evolucionando en los últimos meses empiezan a convertir el navegador en una herramienta todoterreno con múltiples niveles de interacción, algo que con otros navegadores es imposible o sencillamente caro.
 
Una vez que instalemos Firefox instalar extensiones es sencillo y automático. El propio navegador se encargará de actualizarlas cuando salga una nueva versión. Algunos ejemplos de extensiones muy útiles y que en poco tiempo resultarán imprescindibles:
 
- Tab Browser Extensions: si la navegación con pestañas es uno de los aspectos más atractivos del Firefox, con esta extensión llevaremos nuestra navegación a un estadio superior. El nivel de funcionalidad que añade este sencillo software es tan grande que resulta complicado volver a navegar sin él tan pronto nos habituamos (en Firefox claro, volver al jurásico Explorer ya es jugarse el pellejo virtual). Si somos adictos a la navegación esta extensión es imprescindible.
 
- Scrapbook: hay aplicaciones de este tipo como Onfolio (que vale unos 100$) para Explorer, pero poca falta hace pagar con algo como Scrapbook. Si necesitamos una herramienta de documentación o queremos guardar páginas, textos o archivos adjuntos de las webs en las que vayamos navegando, Scrapbook guarda y organiza toda esa información para poder buscarla cuando la necesitemos. Extremadamente fácil de usar (basta con arrastrar el texto o página a una barra lateral) y de una utilidad ilimitada para cualquier internauta concienzudo a la hora de buscar información y querer organizarla.
 
- Adblock: muy útil para retirar la publicidad de las páginas que visitemos.
 
- Flashblock: si nos molesta el omnipresente Flash podemos bloquearlo y activarlo a voluntad con esta extensión.
 
Y muchas más extensiones (en la variedad está el gusto) para todo tipo de tareas dentro del navegador. Ahora bien, la última extensión que hace furor en el ciberespacio es un módulo llamado Greasemonkey, que básicamente nos permite, a través de pequeños scripts, alterar la apariencia de las páginas que visitemos, ampliar sus funcionalidades, presentar la información de manera diferente y, en definitiva, cambiar la web a nuestro gusto. Incluso han surgido herramientas, como Platypus, para automatizar la creación de esos scripts sin conocimientos de programación. Y aquí las posibilidades, como la propia web, son ilimitadas. Cientos de scripts, aquí. Para todo tipo de páginas.
 
Por ejemplo, este script compara automáticamente precios mientras miramos libros en Amazon con otras tiendas y nos devuelve los resultados en pantalla. En apariencia pareciera que la propia Amazon nos informa de los precios de su competencia. Con este otro podemos cambiar por completo la apariencia de los resultados de Google. Entre la lista de cientos de scripts probablemente haya decenas que nos interesen y mejoren nuestra navegación.
 
Y esto no ha hecho más que empezar. El día de mañana la navegación será de los usuarios, mandará quien pilote el navegador. Los días de imponer estándares o formas de navegar han pasado a mejor vida. Bienvenidos a un nuevo concepto de web en el que el software libre ha impuesto su ley y los usuarios van decidiendo en masa desertar de un software mediocre, inseguro y controlado por una empresa elefantiásica. Y nadie dice que Firefox sea el paradigma de seguridad, porque nadie está libre de pecado. Pero solucionan sus bugs en días. Microsoft tarda meses.
 
Firefox no puede por más que arrasar. Navegar ya nunca será lo mismo.

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