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EDITORIAL

Moratinos, con Rabat y contra la "injerencia" española

Si el malestar de los saharauis ante la política de cesión por parte de ZP provoca, a su vez, malestar y división en el seno de la izquierda, lo que no puede pretender Moratinos es que el odio anti PP venga a cicatrizar esa división en su seno

Como recordarán los lectores, la dictadura marroquí retuvo y devolvió a España el pasado domingo a una delegación de políticos y periodistas de nuestro país que viajaban a la capital administrativa del Sáhara Occidental para comprobar la situación de los derechos humanos. Pues bien. Nuestro inefable y sin par ministro de Exteriores, en lugar de mostrar sus quejas ante la dictadura marroquí por el trato recibido, no se le ha ocurrido otra cosa que arremeter contra la derecha española a la que ha acusado de tener nostalgias coloniales y de querer que “la Legión vuelva al Sáhara”.
 
Si en la persona de Moratinos confluyen una incompetencia e irresponsabilidad sólo equiparables a su sectarismo político, lo único que faltaba era que viniera a sumarse la esquizofrenia y la división que, en el seno de la izquierda en general y en el del PSOE muy en particular, provoca la cuestión del Sahara.
 
Para empezar, los políticos a los que Rabat les impidió su visita a la antigua colonia española no era ninguno de ellos del PP, sino miembros del PSOE y de socios parlamentarios del Gobierno.
 
Téngase en cuenta, además, que, por mucha e infame utilización política que hagan del caso saharaui, la izquierda más radical o el nacionalismo más independentista –cosa de la que tampoco tiene culpa el PP-, la preocupación por que la independencia de nuestra antigua colonia no pase por el yugo político y la violación sistemática de los derechos humanos que padecen los saharahuis desde la invasión marroquí, no sólo es una causa digna de defensa por parte del PP, sino que ha sido una preocupación en la que han incidido, hasta la llegada del gobierno del 14-M, todos los gobiernos de España, con independencia de su color político.
 
Lejos de ser una “nostalgia colonial”, lo que el régimen marroquí, animado por las declaraciones de Moratinos, denigra como una “intolerable injerencia” constituye una instancia de la propia ONU que España ha venido defendiendo desde antes, incluso, de que se produjera la invasión de la Marcha Verde. Es el gobierno de ZP el que tiene que explicar a España en general y la izquierda muy en particular a qué se debe ese progresivo abandono a la causa saharaui y de paulatina cesión ante Marruecos.
 
Lo que no puede hacer el ministro de Exteriores de España, por muy irresponsable y sectario que sea, es tratar de culpar al PP de las bofetadas diplomáticas que recibe nuestro país del régimen marroquí, al que el gobierno español responde con el más impresentable de los servilismos.
 
Si el malestar de los saharauis ante la política de cesión por parte de ZP provoca, a su vez, malestar y división en el seno de la izquierda, lo que no puede pretender Moratinos es que el odio anti PP venga a cicatrizar esa división en su seno. Tanta surrealista manipulación resultaría hasta cómica sino fuera tan repugnante.

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