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Richard W. Rahn

Cambios en el Banco Mundial

Si el nuevo presidente quiere acabar con ese historial de fracasos tendrá que cambiar la política de préstamos que ha estado enfocada a beneficiar monopolios gubernamentales y financiar la ineficiencia y la corrupción

Si usted es accionista de un banco donde los directivos a cada rato informan que van a llevar a pérdidas préstamos incobrables, ¿no despediría a los administradores por incompetentes? Si usted es un contribuyente de impuestos es también accionista del Banco Mundial.
 
El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional se fundaron en 1944 para ayudar la reconstrucción después de la Segunda Guerra. Su razón de ser fue reducir la pobreza y promover el crecimiento económico alrededor del mundo. Pero la realidad es que muchas de sus actividades han logrado exactamente lo opuesto. Hoy pertenecen al Banco Mundial 184 naciones, pero casi todos los 400 mil millones de dólares que ha dado en préstamos han sido garantizados o financiados por los contribuyentes de unas pocas naciones ricas.
 
A través del tiempo, numerosas investigaciones y comisiones oficiales han determinado que muchas de las actividades del Banco Mundial no son eficaces en relación a sus costes y muchas otras han resultado contraproducentes.
 
Varios países pobres están exigiendo que se les perdonen sus deudas con el Banco Mundial y demás instituciones y muchos líderes políticos de países ricos lo apoyan. Eso suena como un acto caritativo y humanitario, pero la realidad no es tan sencilla. Algunos países pobres, como Bangladesh, han actuado responsablemente en el pago de sus deudas y si se le condonan a otros esas deudas, el claro mensaje a los países que han actuado responsablemente es “qué tontos son”.
 
Las pérdidas no salen de los bolsillos de los bien remunerados burócratas del Banco Mundial, sino de los ciudadanos de países considerados ricos, pero eso no quiere decir que todos sus ciudadanos lo sean. Como el destacado economista del desarrollo P. T. Bauer mantenía, la ayuda externa es “sacarle dinero a los pobres de los países ricos para dárselo a los ricos de los países pobres”.
 
El problema fundamental del Banco Mundial es que se basa en la premisa falsa que la manera de enriquecer a los países pobres es dándole dinero de los países ricos. El resultado obtenido es totalmente diferente, al fomentar la corrupción y desincentivar el esfuerzo productivo y la verdadera inversión. Ha sido a través de las actividades del Banco Mundial y de otras instituciones de ayuda como los dictadores y demás malos gobernantes del tercer mundo se han enriquecido, mientras su gente se hunde en la miseria.
 
Loa países ricos no alcanzaron el desarrollo con ayuda extranjera sino creando las instituciones y los incentivos necesarios, incluyendo el estado de derecho, mercados libres y protegiendo la propiedad privada.
 
El año pasado, el Banco Mundial prestó 11 mil millones de dólares a países en desarrollo, argumentando que tales préstamos no estarían de otra manera disponibles y que los intereses hubieran sido demasiado altos. Pero si los proyectos tenían sentido, si los prestatarios hubieran sido serios, responsables y honestos, el mercado mundial de capitales hubiera ofrecido el financiamiento a tasas competitivas.
 
A los funcionarios del Banco Mundial les encanta ofrecer esos financiamientos porque no arriesgan sus puestos ni su dinero. Y es muy fácil para los gobernantes del tercer mudo ponerle la mano a un dinero que gastan como quieren, mientras otros asumen las pérdidas.
 
Paul Wolfowitz acaba de tomar las riendas del Banco Mundial en el 60 aniversario de una triste historia de fracasos. Si el nuevo presidente quiere acabar con ese historial de fracasos tendrá que cambiar la política de préstamos que ha estado enfocada a beneficiar monopolios gubernamentales y financiar la ineficiencia y la corrupción. Para tener éxito, el Banco Mundial tiene que limitarse a apoyar programas que apoyan el estado de derecho y dejar de financiar a gobiernos que no protegen la propiedad privada de sus ciudadanos ni promueven la libre competencia. El Congreso de EEUU debiera imponer esos principios como condición para aportar más dinero al Banco Mundial.

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