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Ignacio Villa

Lo siento, la calle es de todos

son manifestaciones serenas y tranquilas. No hay insultos, no se dispara contra dianas con el rostro del presidente del Gobierno, no se llena de estiércol la sede del partido en el poder, no se ataca físicamente

La izquierda lo quiere tener todo y eso no es posible. Quiere estar en el Gobierno, quiere estar en la oposición y además quiere ocupar la calle. Quieren mucho, abarcan poco y se enfadan con todo. El Partido Socialista y su Gobierno se tienen que acostumbrar a que estamos en democracia y que por lo tanto no es misión del poder liquidar la oposición política o social. Y además tienen que ser conscientes de que en la calle podemos estar todos.
 
Aunque si decimos toda la verdad, habrá que constatar que la situación es bien diferente a la de hace un año. Ahora hay manifestaciones críticas con el Gobierno por sus políticas y decisiones; pero son manifestaciones serenas y tranquilas. No hay insultos, no se dispara contra dianas con el rostro del presidente del Gobierno, no se llena de estiércol la sede del partido en el poder, no se ataca físicamente a los miembros del Ejecutivo. Simplemente se ejerce el derecho a expresar en la calle  la propia opinión ante unas decisiones de un Gobierno que está actuando con un sectarismo desmedido.
 
Pero quizá la gran diferencia de las manifestaciones de estas semanas respecto a las impulsadas por el PSOE en la etapa del gobierno del PP, es que ahora son legales. Y en la legislatura anterior las convocatorias que se realizaron ante las sedes del Partido Popular el 13 de marzo rompieron las reglas mínimas de una democracia para el día de reflexión. Y hay que recordar que esas convocatorias fueron realizadas desde los teléfonos móviles de dirigentes del Partido Socialista y de Izquierda Unida. ¡Eso sí que era romper las reglas mínimas de la democracia! En cambio, las manifestaciones de estos días son fruto de la libertad.
 
Desde luego, no dejan de ser paradójicas las bromitas de la Vicepresidenta del Gobierno sobre las protestas de estas semanas. Son bromitas, sin duda, fruto del nerviosismo compulsivo de quién está viendo que ha perdido la calle, y que ha perdido la iniciativa política y que está perdiendo a raudales el apoyo social. El Gobierno se está poniendo nervioso y es que este junio se ha convertido en un mes negro para Zapatero y su Ejecutivo. De todas formas, hay que estar en guardia. Zapatero enfadado tiene reacciones imprevisibles y es evidente que ya ha perdido el humor. Habrá que ponerse a cubierto.

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