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Guillermo Rodríguez

Diez canciones para una tomadura de pelo

Vaya olvidándose de su recopilatorio con melodías de amor para la mujer que quiere conquistar, el CD para el día de su boda o los grandes éxitos para la fiesta que organizará en casa.

Tal vez sea la excelente novela del británico Nick Hornby Alta Fidelidad la que mejor exprese el sentimiento que genera la música entre los melómanos y que Francisco Umbral ya acertó a resumir en una sola línea al decir que "la música es la misa de los que nunca van a misa". Entre otras muchas cosas, Hornby relataba en su novela el enfrentamiento diario entre los empleados de una tienda de discos para ver quién estaba más enterado de las últimas tendencias, de discos descatalogados o grupos desconocidísimos. Lo que identificaba a cada uno de los dependientes, lo que le daba mayor o menor credibilidad de cara a los demás, eran las cintas que cada uno se grababa, las mezclas con las mejores canciones que elaboraba para su uso y disfrute según un estricto criterio particular (¿Qué diez canciones te gustaría que sonaran en tu entierro? ¿Qué temas meterías en una cinta cuando te deja tu novia?, etcétera).
 
Obviamente la novela fue escrita antes de que Internet se estableciera como la mayor y mejor cadena musical de todos los tiempos; antes de que las mantas adornaran las calles de las principales calles del mundo; antes de que existiera Nero y los CD grabables. Antes, en fin, de que las discográficas perdieran definitivamente el juicio.
 
De acuerdo con las pretensiones de la industria musical, tanto las cintas de música que los dependientes de la tienda de discos se creaban como sus hermanos (CD grabables) tienen que pasar a la historia. La mera posibilidad de que cada uno elabore mezclas personales con varias canciones queda directamente descartada.
 
No se podrán seguir copiando CD o canciones simplemente porque las discográficas no quieren. Así que vaya olvidándose de su recopilatorio con melodías de amor para la mujer que quiere conquistar, el CD para el día de su boda o los grandes éxitos para la fiesta que organizará en casa. Si prospera las nuevas iniciativas de Sony-BMG y EMI sólo podrá realizar tres copias de cada CD que adquiera, de forma legal y a precio abusivo, en la tienda de discos. Un robusto sistema anticopia impedirá que hagamos lo que queremos con un producto por el que hemos pagado. Si se toma como referencia la historia de las tecnologías que impiden la copia de CD, la cosa no pasará a mayores y se quedará en un nuevo intento fracasado. Aun así, indigna que se siga tratando de limitar los derechos de todos los consumidores.
 
¿Por qué se restringe a los consumidores un derecho tan obvio? ¿Acaso existe alguien sobre la tierra que no haya grabado en algún momento de su vida el disco de un amigo o un familiar? ¿Cambia algo que en vez de cintas sean CD? ¿Acaso el hecho de que la calidad de copia de un CD sea infinitamente mejor que el de los antiguos casetes es motivo suficiente como para impedirnos hacer lo que queramos con lo que hemos pagado religiosamente? ¿Cuánto tiempo más seguirán las discográficas actuando a su antojo?
 
Según la industria discográfica existe un argumento incontestable para vendernos CD defectuosos: la caída en un 21 por ciento de las ventas de discos el año pasado, según cifras de la Recording Industry Association of America (RIAA). Con argumentos tan sólidos como éste no resultaría extraño que, por ejemplo, la industria del cine reaccionara de forma similar ante la caída en la cifra de espectadores que acuden a las salas o ante el descenso en la venta de películas en formato DVD. Por ejemplo se les podría ocurrir (no lo descarten) limitando la reproducción de cualquier DVD adquirido a un máximo de tres veces. Si la queremos ver una cuarta tendremos que volver y comprar una nueva copia.
 
Da igual. Todo sea por salvar a Hollywood y sus costosísimas fiestas de presentación de bodrios protagonizados por Vin Diesel. O a las discográficas, para que sirvan inyectando millones de dólares en promocionar niñas insulsas y sin voz cuyo máximo reto es marcarse una decente coreografía.
 
En cualquier caso, lo más inquietante no es la absoluta impunidad con la que se mueve la industria del entretenimiento. Lo que más preocupa es la aquiescencia de los consumidores.
 
¿Qué diez canciones incluiría en un CD para cuando le toman el pelo?
 
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