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Saúl Pérez Lozano

Soberanía...¿cuál soberanía?

Chávez y su caterva abofetean la dignidad venezolana, a la fuerza armada, no ésta que se postra sumisa a los pies del aberrante anciano Castro, sino a aquellos que con dignidad enfrentaron y dieron la vida en defensa de la patria

Agosto de 2004: Hugo Chávez sella, con cómplices e incondicionales, una mano de Carter y otra de Gaviria, el destino de los venezolanos: la fidelización del suelo patrio. Se consuma la entrega a la satrapía cubana.
 
El referendo aceptado como plebiscito para sacar a Chávez fue un gran sainete con muchos actores. Ese 15 de agosto se sentenció a muerte la democracia venezolana. La farsa había acabado.
 
Traidores los que pretendieron resolver democráticamente lo que no tenía solución democrática. Una trampa urdida no sólo por Chávez, sino también por factores de la oposición. Son los verdugos de una sociedad frustrada, pero que seguro habrá de levantarse de sus cenizas.
 
Chávez, un ambicioso inescrupuloso, llegó al poder, como todo aspirante a dictador, agazapado en el engaño y el iluso voto de la inconsciencia. Los inconscientes que por él votaron, luego primeros penitentes en las multitudinarias marchas, se resistían a creer que estaban reproduciendo el clon de Fidel para servirle de palanca y sostén de la más luenga dictadura.
 
Se decantó bolivariano, se inventó un árbol de tres raíces para declararse finalmente socialista, que antes había negado. No soportaba más la asfixiante careta de la democracia. Así sembró el germen marxista-leninista.
 
Chávez y su caterva abofetean la dignidad venezolana, a la fuerza armada, no ésta que se postra sumisa a los pies del aberrante anciano Castro, sino a aquellos que con dignidad enfrentaron y dieron la vida en defensa de la patria, aquellos que pusieron en fuga lo más granado del ejército cubano de los años 60, incluyendo al general Ochoa, al que se pretendió vender como un héroe épico y terminó salpicando con su sangre el paredón fidelista.
 
Indigna y se abofetea a un pueblo cuando el embajador cubano en Caracas asume el proconsulado de la metrópoli habanera. Cínicamente insulta a Venezuela cuando una de las suelas de la bota fidelista, devenida suaves tenis imperialistas New Balance para no herir la sensible piel del sátrapa, Ricardo Alarcón, viene a dar lecciones de democracia, desde el estrado legislativo.
 
Nunca pensó el tirano que para burla de aquellos valientes que sacaron a patadas a sus tropas elitistas, sería padrino de una promoción de oficiales de estado mayor en un acto que tendrá lugar el 24 de junio, día de la Batalla de Carabobo, la cual selló la independencia de Venezuela, y sirva ahora para sellar la fidelización. Uno de los asesinados por los invasores fue un valiente militar hermano de un oficial que hoy ocupa una alta posición, fiel a Chávez.
 
Chávez y sus ministros han deliberado en La Habana asuntos venezolanos, a los muchachos y adolescentes de los barrios populares les meten por los ojos las detestables cartillas de la revolución y religiosamente la recitan en las aulas escolares.
 
La fidelización, gracias a una caterva de rufianes, es ama de la tierra de Bolívar. Puesto en fuga en los 60 entra como un césar y su pax romana es la pax de la muerte.
 
Resistiremos y evitaremos el avasallamiento de unos desalmados amparados por el celestinaje diplomático y sostenidos con los petrodólares venezolanos.

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