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EDITORIAL

Parlamento okupado

Dado que la excusa para este acto de agitación ha sido la reprobación de un ministro por su negligencia, las graves consecuencias más apropiadas serían las reprobaciones de todos los ministros y altos cargos socialistas condenados por la justicia.

Hay una regla de oro que permite afirmar, con toda seguridad, que una petición de disculpas no es sincera. Para pedir perdón, uno debe reconocer que se ha equivocado y arrepentirse de ello. Por eso, si se usa el condicional como ha hecho José Blanco en lo único parecido a una disculpa que ha salido de las filas socialistas por facilitar una manifestación en el interior del congreso, se está indicando que no existe ni asunción de culpas ni propósito de enmienda alguno. No existe, en definitiva, disculpa. El PSOE no debe pedir perdón "si tuvo algo que ver en la gestión de las invitaciones". Debe disculparse porque fue quien realizó las invitaciones a las pancartas de los familiares de los fallecidos en el accidente del Yak-42.
 
El portavoz parlamentario del PP Eduardo Zaplana ha hablado de las graves consecuencias que tendrá utilizar a las víctimas para acosar físicamente, desde el gobierno, a un diputado de la oposición dentro de la institución más importante de nuestra democracia. Un acoso organizado por el mismo gobierno que niega a las víctimas del 11M manifestarse a las puertas de esa institución abierta de par en par para otros por considerarlo peligroso, pero que no ve peligro alguno en que los verdugos se aposenten en el parlamento vasco. Dado que la excusa para este acto de agitación ha sido la reprobación de un ministro por su negligencia, las graves consecuencias más apropiadas serían las reprobaciones de todos los ministros y altos cargos socialistas condenados por la justicia por robar de las más variadas formas y, sobre todo, por dirigir una banda de asesinos desde el poder.
 
Quizá el nerviosismo entre las filas socialistas, que buscan excusas hasta debajo de las piedras para disimular el extraño hecho de que el primer ministro en ser reprobado por el parlamento no haya sido Barrionuevo, se deba al juego que una acción como ésta pueda dar ante la opinión pública. Es probable que peticiones de este tipo duerman el sueño de los justos en la mesa del congreso, como ha sucedido con su proposición no de ley para que el parlamento condene los crímenes del GAL. Pero finalmente tendrán que darle curso, especialmente si los dirigentes populares utilizan los medios para recordar con frecuencia su existencia y el retraso artificial al que los partidos en el poder están sometiendo a sus proposiciones. Y cuando finalmente se voten, será el momento de ver si el PP se queda solo o no en la reprobación parlamentaria de delincuentes condenados por la justicia, no de políticos que hayan podido equivocarse o hacerlo mal en su cargo, que siempre es más defendible. Se podrá escuchar la defensa que haga el PSOE de la delincuencia que sus gobiernos han albergado, mientras Zapatero aplaudía desde su escaño y Rubalcaba lo negaba desde la portavocía del gobierno. Puede ser también el momento de ver si, por una vez, el PP no se queda solo. Porque, ¿querrán mancharse de la putrefacción del GAL y la corrupción sus socios parlamentarios?
 
El PSOE ha utilizado con fines propagandísticos una mala gestión. En lugar de lamerse las heridas, el PP debería utilizar con esos mismos fines el pasado delictivo del partido socialista. Carecerán de los poderosos altavoces con los que cuenta Rubalcaba, pero el grito es más potente.

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