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Alberto Recarte

Necesitamos campos de golf

España tiene una situación privilegiada para construir muchos más campos de golf y en torno a los cuales se puede seguir desarrollando la industria turística. No es una opción más. Es, probablemente, la única alternativa.

Muchas de las informaciones que recibimos sobre campos de golf en España son correctas. A veces, o casi siempre, sin embargo, se da audiencia a las opiniones de los autodenominados ecologistas, que los critican por su consumo de agua y la destrucción del paisaje autóctono, con pérdidas aparentemente irremediables de entornos naturales y flora y fauna específicas.
 
Pero ¿qué significan realmente los campos de golf en la geografía y la economía española?
 
1º) En España hay alrededor de 4 millones de hectáreas de regadío; hace cuarenta años apenas había 2,5 millones, luego se ha producido una transformación del paisaje y el medio natural de enormes proporciones, al haber incorporado 1,5 millones de hectáreas más, sin protestas. Hasta el punto de que la oposición de la mayoría de los aragoneses al Plan hidrológico del gobierno del PP era que se iban a quedar sin agua del Ebro para hacer nuevos regadíos en su territorio. Argumento notoriamente falso, por otra parte.
 
Es imposible generalizar pero, en promedio, y dependiendo de su situación geográfica y del cultivo del que se trate, una hectárea de regadío consume al año entre 4.000 y 5.000 metros cúbicos de agua.
 
De hecho, casi el 75% del consumo de agua en España corresponde a la agricultura, mientras las ciudades absorben el 15%, y el 10% restante lo usan las industrias.
 
2º) En España hay, en la actualidad, alrededor de 170 campos de golf, que ocupan en el entorno de 15.000 hectáreas. Es difícil, aquí también, generalizar sobre el consumo de agua, pero en promedio, su consumo es algo menor que el del regadío, alrededor de 4.000 m³/año por hectárea.
 
3º) Por tanto, en España los campos regados para golf significan menos del 1% del total del regadío, en concreto, el 0,4% del total. En cuanto al consumo de agua la diferencia es algo mayor; probablemente no llega al 0,3% del total  de la consumida en el regadío, por lo que, a nivel nacional, el consumo de agua para golf se sitúa en el 0,2% del total nacional.
 
4º) En lo que a rentabilidad se refiere los datos son tan escandalosos que da vergüenza glosarlos. Si, efectivamente, los ingresos por turismo ligados al golf supusieran alrededor de 3.000 millones de euros anuales –que son los datos oficiales–, estamos hablando de una rentabilidad directa e indirecta por hectárea de golf de ¡¡200.000 euros!! anuales.
 
El mejor de los regadíos puede rentar 3.000 euros anuales por hectárea, a los que habría que sumar –como aportación indirecta– el valor añadido de la industria hortofrutícola, si existe.
 
En los últimos 20 años, por otra parte, se ha producido un fenómeno llamativo. El valor de una hectárea de secano, máxime si puede utilizarse para caza, se ha multiplicado por más de diez. El regadío, por el contrario, apenas por dos; la razón es que el regadío se valora por su rentabilidad y el resto del campo, sobre todo las grandes extensiones de secano y monte, como sector de ocio. Y quiéranlo o no los ecologistas y los insuficientemente informados, el golf es una actividad de ocio, para la que hay una demanda casi inagotable.
 
Por otra parte, la legislación vigente obliga a que el riego de campos de golf se haga con agua reciclada o proveniente de pozos de agua no potable. Es posible que alguno, o muchos, no cumplan con la legislación, pero estamos hablando de porcentajes ridículos frente a enormes ingresos potenciales generadores de turismo de calidad y de empleo.
 
5º) Los datos de los primeros cuatro meses del presente año arrojan un déficit comercial de más de 25.000 millones de euros. Un déficit creciente, que ya no compensan los ingresos netos procedentes del turismo de extranjeros, pues en términos netos la aportación externa de este sector está disminuyendo. Sólo si el turismo se reconvierte, manteniendo el sol y playa, pero mejorando las prestaciones y la calidad y se añaden nuevas alternativas, como el turismo  de golf, conseguiremos mantener esta industria; la primera de España.
 
Conclusión

España, sobre todo el sur y levante, tiene una situación privilegiada para construir muchos más campos de golf, en los que se puede jugar todo el año, como ocurre en Florida y California –lo que no ocurre en la mayor parte de la Europa desarrollada, que cuenta con millones de golfistas–, y en torno a los cuales se puede seguir desarrollando la industria turística. No es una opción más. Es, probablemente, la única alternativa de cierto peso con que cuenta España para seguir aumentando el ingreso de divisas por este concepto. Las implicaciones son mucho mayores incluso que éstas pues, sin ir más lejos, a la hora de decidir una inversión desde el exterior éste es un tema que se valora especialmente. Y lo mismo en lo que respecta a mano de obra cualificada, tanto científicos como empresarios que potencialmente podrían instalarse en España una de las preguntas que suelen hacer es si se puede jugar al golf sin demasiadas dificultades.
 
Por otra parte,  los cambios que van a producirse en la Política Agraria Común supondrán que dejen de cultivarse muchas tierras, tanto de secano como de regadío, por lo que el agua que habitualmente se utiliza para riego de cultivos podría dedicarse al de campos de golf. Sin perder de vista que, incluso si tiene éxito una política decidida a favorecer la construcción de campos de golf, estamos hablando de una extensión mínima, inferior al 1% de las tierras  de  regadío, que en el consumo de agua por hectárea, en general, es menor que en el regadío tradicional  y que las zonas con mejores perspectivas son las que sufren de mayor desempleo, y con mayor competencia de otros destinos alternativos al turismo tradicional, como Andalucía.

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