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Agapito Maestre

De tiranías y arbitrariedades

El gobernante soberbio no se interesa por el día a día, por el respirar cotidiano de la nación, sino por tomar la medida más arbitraria posible.

Creo que vivimos tiempos tiránicos, o mejor, de tiranos de usar y tirar. Pequeños dictadorzuelos que abusan de su poder o “gobiernan” contra derecho, pero sobre todo ejercen el poder de modo arbitrario, llenan los mesogobiernos regionales y, sobre todo, el Gobierno central de España. Ninguna evaluación política seria, es decir, razonada sin tener como referencia los criterios marcados por el partido político de la oposición, podrá dejar de considerar que la política de Rodríguez Zapatero no existe. Es mera arbitrariedad. Es imposible evaluarla como buena, mala o, sencillamente, regular de acuerdo con un programa de Gobierno previamente expuesto en un discurso más o menos coherente. Imposible. Todo el “discurso” de Rodríguez Zapatero, y en eso coinciden casi todos los analistas independientes, es el “no discurso”.
 
Todos se preguntan a qué responde una u otra medida y, al final, nadie en su sano juicio puede dilucidar cuál es la estrategia del Gobierno. Se diría que estamos ante la estrategia de la no estrategia con un único objetivo mantenerse eternamente en el poder a través de la eliminación de la oposición. Ésta es convertida en enemigo absoluto, casi como en la teoría de Lenin, en el enemigo último de la humanidad. Todo lo que hace el PP, todo lo que haga en el futuro y, por supuesto, todo lo que hizo en el pasado es perverso y caótico, dice el gobierno de Rodríguez Zapatero. En su lugar, todo lo que hace el PSOE es justo y benéfico. Todo es bueno sin excepción. Si ni siquiera necesita un discurso, si incluso los militantes críticos del propio PSOE manifiestan que el discurso debe crearlo la oposición porque el gobierno debe dedicarse a gobernar (semejante barbaridad la oí ayer de boca de un viejo dirigente lapidado por Rodríguez y Montilla), si nadie se atreve en el propio partido a decirle a Rodríguez Zapatero que es un arrogante, incapaz de escuchar consejos políticos o contrastar datos económicos, si, en fin, todo el mundo ha llegado a la conclusión, dentro y fuera del PSOE, que no hay, ni habrá jamás, un discurso que responda a criterio alguno, entonces es que estamos ante una tiranía de usar y tirar.
 
El gobernante soberbio no se interesa por el día a día, por el respirar cotidiano de la nación, sino por tomar la medida más arbitraria posible. Hoy es llamar matrimonio a las uniones homosexuales y mañana será otra burrada... Todo es posible. Porque lo decisivo es mantener en vilo a la sociedad y dejar fuera de juego a la oposición. Todo es posible cuando de tiranía se trata, o sea, del abuso permanente del poder. Los modelos de referencia política, de táctica movilizadora, de Rodríguez Zapatero son Hugo Chávez, en Venezuela, y Fidel Castro, en Cuba. Son personajes ridículos vistos a distancia, pero que contemplados de cerca dan miedo. Se muestran próximos al pueblo, populistas, para desconsiderar a la mayoría, a la nación entera.
 
Dejando aparte que para la tiranía contemporánea cualquier cosa es buena, independientemente de que esté o no justificada, si eso significa el fin de la oposición; hay otra característica que recuerda el peor vicio de Lenin, la más perversa forma de acabar con cualquier atisbo de democracia genuina, se trata de la utilización del Estado como instrumento de un partido, o mejor, como diría el clásico, de un partido que manda en el Estado hasta el punto de matar lo que a éste le da vida: la nación. Por eso, exactamente, y no por un estulto argumento, Rodríguez Zapatero declara que no sabe qué es la nación.
 
En fin, las dos razones claves para empezar a hablar en serio de un régimen tiránico son claras: el presidente de Gobierno abusa de su poder -y ya es abusar no atender ni una demanda de los millones de manifestantes que han salido a la calle pidiendo transparencia con los muertos de ETA y respeto por la familia normal- y, sobre todo, gobierna contra derecho. Pero, si alguien necesita referirse a arbitrariedades de este Gobierno para calificarlo de “tiranuelo”, abra la prensa y encontrará materiales suficientes para escribir de nuevo otro “Tirano Banderas”.

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