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Agapito Maestre

Renovación de discurso y líderes

En fin, es menester que los elorriagas y astarloas de turno, dicho con todo el respeto, que aburren hasta las ovejas, no sean sacrificados, pero, por favor, que dejen sitio a voces y rostros diferentes.

Es necesario un PP con más vitalidad. Un genuino partido político que crea en sus bases y en su discurso. Lo peor que le puede pasar a un partido es que esté satisfecho con la oposición que ejerce. Esto le ha pasado al PP en muchos lugares de España, especialmente en la trágica Andalucía. También el PP de Cataluña adolece de ese defecto. Y, por supuesto, en esa indolencia reside el peor riesgo que corre el PP en su manera de hacer oposición en el Parlamento, sobre todo si somos conscientes de que Rajoy, el jefe de la oposición, es el hombre que hace no sólo los mejores discursos del Congreso de los Diputados, sino que destroza argumentativamente a un jefe de Gobierno que basa su éxito en los tendidos de sol, el populismo barato, y en los efectivos medios de comunicación que confunden la genuina política con el espectáculo circense. O sea, Rajoy bien en el Parlamento, e incluso fuera de la institución también ha hecho declaraciones serias y contundentes contra el populismo que infecciona la nación, pero nada de eso es suficiente, ni de lejos, para mostrar que estamos al borde de un precipicio.
 
Si la oposición, el PP, no consigue transmitir a los ciudadanos que esto, la nación, se acaba con el desgobierno de Zapatero y con ella desaparece la identidad del ciudadano español, entonces no esperemos mucho del PP. De momento, por desgracia, la desazón que sienten los más preparados políticamente, incluido los del PP, aún no la sienten la mayoría de la ciudadanía. Es una desgracia, pero en ella basa su fuerza el PSOE. El PP, pues, está fracasando en su tarea de pedagogía política. El PP ha querido hacer visible esta desgracia, que llamamos el fin de la nación española, pero, precisamente, porque hasta ahora no ha sido eficaz en su designio, es necesario una oposición mucho más contundente. Una oposición capaz de distinguir, por ejemplo, que una cosa es el amor, otros dirían frivolidad, entre un parlamentario del PP y una parlamentaria de los socialistas catalanes, y otra muy distinta es la política, la gran política, que tiene que hacerse a todas horas y en todos los lugares posibles y no sólo en los que elija el Gobierno.
 
Una oposición satisfecha por ser portadora de grandes razones, que no tienen efectos en la opinión pública política, está condenada al fracaso. La oposición, por decirlo en corto y por derecho, que se pliegue a la agenda política que le marque el Gobierno no sólo pierde el tiempo sino que puede ser laminada. Algo parecido a este razonamiento es lo que ha dicho Piqué. Quizá no sea Piqué el personaje más indicado para este tipo de crítica. Vale. Quizá no sea el momento más oportuno. De acuerdo. Quizá no sea la mejor manera de decirlo la utilizada por Piqué. Entendido. Pero no le falta razón a su crítica. Hace tiempo que muchos llevamos clamando porque el PP haga otro tipo de oposición y, quizá, otro tipo de discurso, y sobre todo, es muy necesario ensayar otra manera de comunicarlo y explicarlo a la sociedad. Es menester que el PP haga un uso mejor y más abundante de su banquillo. Es menester que la actual cúpula del PP vincule sus maneras de hacer política a un repaso crítico de su pasado, que no tiene porqué significar una discontinuidad con el discurso de Aznar. Eso sería su suicidio. En fin, es menester que los elorriagas y astarloas de turno, dicho con todo el respeto, que aburren hasta las ovejas, no sean sacrificados, pero, por favor, que dejen sitio a voces y rostros diferentes. Los partidos son “corales” o son aburridos. E ineficientes.
 
Todo eso no significa que se cuestione a Rajoy, sino que este se atreva a ejercer su liderazgo con un poco menos de indolencia. Zaplana y Acebes, cómo no, son gentes importantes, pero que sean siempre ellos los que están en todas partes empieza a ser peor que aburrido. Piqué, pues, ha dicho, o al menos eso es lo que yo he entendido, que el PP tiene que ejercitar otro tipo de oposición, porque ésta no es eficaz y, además, no recoge ni canaliza todas las energías existentes en el partido y en la sociedad. Punto. Tiempo, manera y oportunidad pueden cuestionarse, pero no el fondo de la cuestión: la necesidad de una oposición más dura y eficaz, más plural y dinámica, en fin, más sugerente y vertebrada de acuerdo con los mejores logros del Gobierno del PP en la etapa Aznar.
 
Piqué puede ser muy criticado por su pasado, por su presente e incluso por la forma de labrarse su porvenir político, pero nadie puede discutirle que tiene más razón que un santo. Basta pensar que tenemos el Gobierno más indocumentado, perverso y desastre de los últimos veinticinco años, pero esto no parece que tenga traducción en expectativas de votos ni en un “cabreo” ciudadano generalizado contra el desgobierno del PSOE. Ya sé, ya sé, que vivimos en una sociedad lanar, pero también es responsabilidad de la oposición, en este caso más que del Gobierno y de su élite dirigente, sacarlos de la incultura política en la que chapotean.

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