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Jose Bono y Guantánamo

Según la nueva visión impulsada por Bono, uno y mil Guantánamos serian apropiados y legítimos.

El ministro de defensa español, José Bono, ha abogado recientemente ante el parlamento por la eliminación de la palabra guerra en la nueva Ley de defensa nacional y en la Constitución española. Para él, la guerra es un concepto caduco en términos de soberanía nacional. Su lógica: estando prohibida la guerra por las Naciones Unidas (aunque en realidad la Carta otorga a sus miembros el derecho de legítima defensa), el ordenamiento español entra en contradicción con nuestros compromisos internacionales al permitir que el rey tenga el privilegio de poder declarar la guerra. De ahí que evitando emplear el término guerra se resuelvan los problemas.
 
Bono acierta en una cosa: que la declaración de guerra es algo caduco, pero se equivoca por completo si piensa que el fenómeno de la guerra puede superarse simplemente eliminando mención a la misma. Aún peor, lo que José Bono defiende, la sustitución del concepto guerra por el de conflicto bélico le lleva a extremos que seguramente no ha sospechado.
 
Por ejemplo, con su argumentación a favor del conflicto en detrimento de guerra se carga de un plumazo todo el entramado de derecho y deberes a los que se sujetan los estados en una guerra, eso que se denomina derecho de la guerra. Y entre estas cosas está, por ejemplo, el tratamiento a los prisioneros de guerra. El gobierno español ha criticado el campo de detención de Guantánamo por, según su criterio, violar los derechos de los prisioneros según la Convención de Ginebra. Pero, ¿y si como dice el Pentágono no fueran prisioneros de guerra sino combatientes irregulares de un conflicto bélico, que es la denominación que le gusta a Bono? Según la nueva visión impulsada por Bono, uno y mil Guantánamos serian apropiados y legítimos.
 
No criticamos Guantánamo, que conste. Nosotros creemos que la guerra ha sufrido una profunda transformación desde los clásicos planteamiento de Clausewitz, para quien la guerra era un enfrentamiento armado de naturaleza política, que movilizaba a las naciones y que recurría al empleo de ejércitos regulares para dirimir la contienda. La realidad es otra muy distinta y Al-Qaeda es una vuelta más de esa transformación. No hay líneas de frente, no hay ejércitos y no hay objetivos políticos más allá del sometimiento o la destrucción del mundo occidental. El fenómeno de la guerra ya no cuadra en el armazón del derecho que ha intentado regularla.
 
Lo que si criticamos es la frivolidad, mal motivada, del ministro de defensa quien movido en su intento de linchar políticamente al PP en sus años de gobierno va tan lejos como querer borrar la palabra guerra de la Constitución. Más vale que la borrara de la constitución de nuestros adversarios y de la mente de nuestros enemigos. Eso sí sería una buena labor para los españoles. No desarmarnos aún más.

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