El padre soltero de Alexandre, hijo de una ex azafata togolesa de las aerolíneas francesas que llevaba veintidós meses luchando a brazo partido para que le reconocieran, está desolado por sus amigos españoles y también por sus amigos de Madrid. Y yo estoy realmente desolado por la actitud blandengue, típica del lobby amable que nos ha caracterizado estos últimos meses, que los responsables de Madrid 2012 (a partir de ahora 2016 o quién sabe si 2020) han tenido con respecto a la indecente pregunta que Alberto, heredero del trono monegasco, hizo el mismo día que eligieron la sede de los Juegos que se celebrarán dentro de siete años.
Tan malsana pregunta, evidentemente teledirigida por Francia aunque este Grimaldi se niegue a reconocerlo, tenía el ventajista objetivo de cuestionar la seguridad española, dejándonos en ficticia inferioridad de condiciones con respecto a las otras cuatro candidatas y volviéndonos a recordar de paso, como quién no quiere la cosa, que el 11 de marzo de 2004 España sufrió un criminal atentado que costó ciento noventa y dos vidas. La pregunta de Alberto de Mónaco fue profundamente indecente, pero la respuesta de José Luis Rodríguez Zapatero resultó esencialmente deficiente, poco clara, definitoria acaso del talante amistoso que inspiró al lobby español en Singapur entre los días 3 y 6 de julio. La prueba palpable de esto que digo es que, al final, Alberto reconoció que Zapatero había "respondido muy bien". ¿Muy bien para quién?