Juan Pantoja (Badajoz) corrobora que desastre equivale a sentirse abandonado por los astros, la potencia mágica de la suerte o la Providencia. Añado que se dice también “tener buena (o mala) estrella”, o “tener un buen (o mal) sino” (= destino, por el signo de las estrellas del zodíaco). Debe recordarse que casi todos los astros visibles son estrellas, incluso todavía hoy con los modernos telescopios. Seguramente, en el universo hay muchos más planetas, satélites y otros cuerpos opacos que estrellas, pero solo conocemos unas pocas docenas de astros de cierta entidad que no tienen luz propia.
Ya de paso, don Juan precisa que, en su tierra, un jeme es la medida que establece la distancia entre el dedo índice y el pulgar, separados todo lo posible. Así es en las Vegas Bajas del Guadiana y en toda tierra de garbanzos. No se debe confundir con el palmo, la distancia entre el meñique y el pulgar, con la mano abierta todo lo posible. Aproximadamente, un jeme = 17 cm., un palmo = 22 cm. Antes de esa gran invención que fue el metro, la gente se entendía con mediciones corporales como pulgadas (la falangeta del dedo gordo), jemes, palmos, pies, codos, pasos (yardas). Una legua = 5,5 kilómetros, 6.000 pasos o 20.000 pies. Es la distancia que recorre caminando un hombre en una hora. Cinco leguas es lo que se recorre usualmente en una jornada. Por esa razón es la distancia convencional entre dos ciudades. Por ejemplo, entre Medina del Campo y Tordesillas, entre Tordesillas y Toro, entre Toro y Zamora, etc.
Sigue manando la cascada de palabras locales, las del lenguaje corriente, hablado. Alguna vez haremos el Diccionario Libertario. Octavio Fernández aporta algunas peculiaridades del lenguaje de Cuenca. Por ejemplo, la voz chache para referirse al hermano mayor, o la exclamación odo, como un equivalente grosero del che valenciano o el ozú andaluz. Más que palabras son interjecciones.
Juan Díaz-Laviado completa algunas palabras del lenguaje popular asturiano:
rapaces = niños
espetar = hincar
espicha = merienda campestre
chigre = taberna
orbayu = lluvia fina
prestar = gustar con nostalgia
Todavía está abierto el viejo concurso de las variaciones locales de algunas expresiones comunes. Por ejemplo, Carlos Andrés Zelaya (Tegucigalpa, Honduras) señala que en su tierra el arte de lanzar piedras planas al agua para que reboten se designa como hacer locitas.
Francisco Serrano Acedo me envía una muestra del vocabulario particular de su pueblo, Villarta de los Montes (Badajoz), recopilado por Teófilo Acedo Díaz. Selecciono unas cuantas voces más expresivas para que se vea, una vez más, la enorme riqueza de la lengua popular. No son términos estrictamente localistas.
Cagancho: Dícese del individuo muy miedoso. [Pregunto: ¿no tomaría ese apodo el gran torero, Joaquín Rodríguez, por antífrasis?].
Dar capote: Acción de negar la comida al que llega tarde. Es posible que el origen de la expresión esté en las cenas familiares. El que llegaba tarde se exponía a que lo dejaran sin cenar y le daban el capote o manta para que se fuera directamente a la cama.
Farraguas (solo en masculino): Dícese del que es descuidado, poco ardiloso, desastrado, en su forma de vestir. [Añado que puede ser un término cariñoso, como tantos que son a la vez despreciativos; sobre todo en el diminutivo farragüillas].
Mandilón: Se aplica a un varón poco airoso, con poco espíritu. [Claramente alude a una prenda femenina, el mandil, para indicar un talante poco digno].
Zangaliporro: Niño obeso, grandón y poco ágil. [El sonido zeta se utiliza mucho en palabras ofensivas, despreciativas. Recuérdese que Sancho Panza era, además, “Zancas”. Está también zangolotino, zampabollos, zamarro, zángano, zaragatero, zarrias, zombi, zopenco, zoquete, zorra, zumbado y muchas más].