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Agapito Maestre

Llorar ante el televisor

Cuenta la vida cotidiana de un perdedor. La vida de un hombre. Vida triste. Pura poesía. La realidad al alcance de cualquier ser humano.

Sí, un hombre lloraba ante el televisor. Lloraba de tristeza. Me lo contó más o menos como sigue. Eran más de las tres y media de la tarde, cuando el locutor de deportes había avisado a los espectadores sobre el vídeo que verían a continuación no dejaría a nadie indiferente. Mi amigo no lo creyó y fue sorprendido por unas imágenes en blanco y negro con final rojiblanco. La vida de un emigrante, de un “español” del otro lado, en la España actual. Cuenta la vida cotidiana de un perdedor. La vida de un hombre. Vida triste. Pura poesía. La realidad al alcance de cualquier ser humano.
 
El guión es magnífico, la fotografía portentosa y el actor fantástico. Es una obra de arte para captar socios de un club de fútbol. Un medio grandioso, para un fin no menos loable, ha conseguido remover las entrañas de mi amigo. Ha visto, al fin, el mundo a través de un poema. No dura más de dos minutos, pero hay en este video más poesía que en las obras completas de Goethe. Cuidado, insiste mi amigo, prepárate antes de verlo. Puede arañarte el corazón. Él ha visto la tristeza. Ha sentido la soledad de un perdedor. Ha entendido el significado de la palabra “solidaridad”. Mi amigo me lo cuenta todavía con una cortina de agua en sus ojos. Lágrimas de verdad. Llorar, diría mi amigo Garci, de cine. El locutor, reitera el aficionado colchonero, tenía razón, cuando dijo que el anuncio tocaría nuestro corazón. O sea, nos haría más o menos humanos, pero no nos dejaría situado en la simple humanidad.
 
Después de contarme cómo lloró ante el televisor, mi amigo me pasa el vídeo y también yo quedo tocado por la tristeza de esta obra de arte. Y es que las equívocas formas literarias, y este vídeo es grandiosa literatura, no son sino un bello reflejo de ese objeto de exploración que es lo humano. Sólo cuando nos enfrentamos a lo inhumano, a lo sobrehumano, a lo demasiado humano, al más y al menos humano, hallamos lo humano. He ahí el retrato genial de un perdedor que por obra y arte de un equipo de fútbol, naturalmente, no puede ser otro que el Atlético de Madrid, convierte la dura realidad de España en una pasión vital: la madre patria nos acoge a todos. Grandiosa mentira por la que los realizadores del video deberían ser premiados.
 
Sobre la frase de Pascal que recoge el vídeo hablamos otro día, porque sigue habiendo razones del corazón que la razón no entiende.

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