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Amando de Miguel

Curiosidades

Sigue abierto el concurso de divertidas trabucaciones. Tienen que ser expresiones que uno haya oído con toda seriedad.

Javier Álvarez Dávila (Madrid) da cumplida cuenta de por qué se llama “Milan” y no “Milano” al famoso club de fútbol. Fue fundado en 1899 por un inglés, Alfred Edwards, quien le impuso el nombre de “Milan Football & Criket Club”. Luego pasó a ser “Associazione Calcio Milan”. El calcio es la versión italiana de “fútbol”. Pero quedó “Milán” (voz grave) y no “Milano” (el nombre auténtico de la ciudad). Los españoles pronunciamos “Milán”, pero el club seguirá siendo “el Milan”, a pesar de que la squadra (= equipo) y la associazione son femeninos. Caprichos.
 
Melchor (Roma, Pontificum Consilium de Roma) añade algunas perlas al concurso, que está abierto, sobre palabras trabucadas:
 
─ Huellas genitales (por digitales)
─ Caritas antiparroquial (por Cáritas interparroquial).
 
Sigue abierto el concurso de divertidas trabucaciones. Tienen que ser expresiones que uno haya oído con toda seriedad.
 
Luis Alfonso Rodríguez de Trío y Pérez vuelve con lo de las falsas citas. Señala con entusiasmo: “Coincido con el inmortal Goethe que dijo que los intelectos tan imaginativos deben ser recompensados. Es decir, el oyente debería dar por buenas las citas inventadas. Y con el famoso cardenal Comedicci: Si non e vero e ben trovato. ¿O acaso Goethe nunca dijo tal cosa y a Comedicci me lo acabo de inventar?” Efectivamente. Son dos estupendas citas falsas. Más que falsas, habría que decir mostrencas. Se trata de frases célebres, atribuidas a distintos autores, pero a saber quién la dijo primero. Por ejemplo “mi patria es mi lengua”, “uno es de donde hizo el bachillerato” o “cuando oigo hablar de cultura, saco el revólver”. De cada una de ellas hay varias versiones. A José Luis González Quirós le he sugerido que componga un diccionario de citas mostrencas. Desde luego, es inverosímil que Felipe II dijera “yo no envié mis naves a luchar contra los elementos”.
 
Pedro Sánchez (Punta Cana, México) me envía otra de esas similitudes en varios idiomas, que tan útiles resultan: “sal y pimienta”, en inglés salt & pepper, en francés sal et poivre, en alemán salt und pepfper. Observa don Pedro que esa identidad facilita el que las iniciales S y P sirvan para designar en todas partes al salero y al pimentero. Por lo que veo, no hay ningún misterio. En latín es sal et pigmentum (en plural pigmenta). Son condimentos y conservantes milenarios. Seguramente muchas veces hacían de moneda, dada su demanda universal. De ahí salario. Lo más interesante es que, al menos en los idiomas romances ibéricos, “tener sal y pimienta” equivale a tener gracia, malicia, retranca.
 
Sigue abierto el buzón para recibir explicaciones sobre la coincidencia fonética de las voces “ocho” y “noche” en varios idiomas. Juan Pablo Solvez Beneyto argumenta que el ocho tiene la forma de dos ojos que contemplan la oscuridad. Añado: los ojos de la lechuza. Podría ser, pero tiene que haber más explicaciones. No se me alcanzan.
 
Juan Alberto Alonso señala otra curiosa coincidencia en varios idiomas. Es el verbo per-donar: en inglés for-give; en francés par-donner; en italiano per-donare. Añado, en portugués per-doar. Siempre es la misma forma. Me pregunto con don Juan Alberto: ¿qué tiene que ver el perdón con la donación? ¿Será que el perdón es como un regalo? Espero sugerencias.
 
Gregorio Navarro (Calasparra, Murcia) se pregunta por qué un país que a sí mismo se llama Crna Gora, todo el mundo lo conoce como Montenegro, así, en español. Parece que se deriva de una montaña mágica que los italianos llamaron Monte Nero. Ignoro por qué al menos no siguió llamándose así en italiano. Puede que lo de “Negro” fuera una voz del dialecto veneciano para decir “Nero”. Algo parecido sucede con la ciudad de Casablanca. ¿Por qué no se llama con la equivalencia en árabe o en francés? Que yo sepa, nunca hubo españoles en Casablanca.

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