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Álvaro Bardón

Socialismo hermafrodita

Intentan uniformar la cultura y la educación, los sexos, las relaciones de pareja y el aumento de la población. Pretenden una nueva moral que reemplace, con disimulo, la tradicional, tan ligada a creencias religiosas que consideran el opio del pueblo.

El clásico objetivo socialista es eliminar la desigualdad que genera el capitalismo. En éste supuestamente se explota y roba al trabajador y por ello había que hacer la revolución proletaria -necesariamente violenta-, terminar con la propiedad privada e implantar la planificación central, mientras se llegaba a la sociedad sin clases y sin Estado porque éste siempre ha sido un instrumento de explotación, genialidad de Marx que los socialistas olvidan.
 
No les voy a recordar las dictaduras, hambrunas y muertos que dejaron. En Chile, terminaron de liquidar la democracia y el desarrollo, y nos legaron a Pinochet. Finalmente, los militares cambiaron el país para bien y, en una de esas, los socialistas podrían incluso vendernos que ellos generaron esta dialéctica de tesis, antítesis y síntesis.
 
Los partidos socialistas deberían haberse declarado en quiebra, pero prefirieron cambiar el discurso. Ahora ya no expropian y respetan los mercados y los precios. Hasta serían aperturistas y ya no hablan del imperialismo yanqui, aunque apechugan en todo con Fidel, Chávez y la China comunista. Incorporaron en su léxico los derechos humanos, pero no para casos como los anteriores, sino sólo cuando se trata de "abusos capitalistas".
 
La verdad es que, si los dejan solos, subirían los impuestos hasta lograr la igualdad. Y lo otro que les encanta es regularlo todo. En resumen, expropiar y planificar con vaselina, con los mismos efectos de estancamiento y pobreza de antes, más el ingrediente totalitario del Estado grande que termina con la libertad, contrata amigos, hace favores, compra conciencias, comunica lo que se le ocurre y se reproduce en el tiempo. Intentan uniformar la cultura y la educación, los sexos, las relaciones de pareja y el aumento de la población. Pretenden una nueva moral que reemplace, con disimulo, la tradicional, tan ligada a creencias religiosas que consideran el opio del pueblo. En esto están teniendo éxito, con la activa complicidad de ciertos curas y democristianos.
 
Pero lo que más caracteriza a los socialistas es su desconfianza en el actuar libre de las personas. Estas son entre tontas e incapaces, por lo que deben ser guiadas y dirigidas. No se las puede dejar solas, idea que comparten con conservadores y dictaduras diversas. Se las debe "proteger" y "ayudar" en todo, con mil leyes que les digan qué comer, cómo y cuánto trabajar o emprender, cómo hacer el amor, educar a los hijos, decidir qué estudiar, las enfermedades que deben tener, cómo movilizarse en bicicletas en vez de autos, y hasta cómo galantear y tratar a los prójimos, de lejos, sin acoso en las oficinas y sin discriminar según el color del pelo, el tono de voz, la forma de caminar o el uso de pantalones o faldas.
 
Esto no lo diga, pero los socialistas creen que las mujeres son más tontitas y por eso hay que darles cuotas especiales en el Congreso, ministerios, profesiones y hasta en la Presidencia. Vamos a terminar con la discriminación entre hombres y mujeres en los baños y en los hogares. Ambos harán de todo, desde la cocina hasta el catre. ¡Ya llegaremos al hermafroditismo, compañeros!
 
Pero con la igualdad total, desaparecen la libertad, los incentivos, la innovación, la creatividad, el emprendimiento y el desarrollo. Y, al final, todos vamos a tener tumbas iguales, reguladas y regaladas por el Estado.
 
¿Y el amor y la pareja? ¿Qué vendría siendo esa idea burguesa, si todos somos clonados, iguales y hermafroditas? Bueno, los socialismos siempre han sido muy aburridos.

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