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Carlos Rodríguez Braun

Craso Grass

Grass no es quizá el mejor modelo a la hora de dar lecciones de aprecio por la libertad, de la que ha recelado desde la derecha y la izquierda. En esta entrevista esquiva su pasado hitleriano, e incluso púdicamente alude a los nazis como “los nacionales”

El célebre Günter Grass es ditirámbicamente entrevistado por Juan Cruz en el dominical de El País. Desgrana una increíble sucesión de disparates. Empiezo por el más espectacular: “el neoliberalismo no se diferencia en nada del dirigismo comunista”. ¡En nada, oiga!
 
Grass no es quizá el mejor modelo a la hora de dar lecciones de aprecio por la libertad, de la que ha recelado desde la derecha y la izquierda. En esta entrevista esquiva su pasado hitleriano, e incluso púdicamente alude a los nazis como “los nacionales”. Pero pensar que el liberalismo pueda ser exacta y puntualmente igual que el comunismo, el sistema más criminal que hayan padecido los trabajadores, es simplemente monstruoso. No resulta, empero, original. Ya hubo un intelectual de izquierdas que cuando el genocidio comunista fue innegable se defendió diciendo: “Sí, es verdad, en Rusia hay campos de concentración ¡pero en Estados Unidos hay fábricas!”.
 
Está muy preocupado Grass por el mundo, una vez producida la infeliz caída de la Unión Soviética. Así, “el neocapitalismo se basa en una explotación del hombre con medios modernos”; a Europa le “falta una carta social, un contrapeso al gran mercado… se cree que el mercado lo ha de regular todo”. Venga, don Günter, menos lobos. En Europa el Estado “social” controla directamente la mitad del gasto total e indirectamente buena parte de la otra mitad: ¿de qué “gran mercado” me habla?
 
Cuando aborda el caso de España también está inquieto este afamado héroe antiglobalizador, que denuncia la influencia de los reaccionarios. No, no se refiere a los nacionalistas o a los comunistas sino ¡a la Iglesia!
 
Finalmente, admite que Cuba es una dictadura. Por supuesto, igual que todos sus correligionarios progresistas que han dado ese paso, no pierde Grass ni un minuto en saludar a los que se dieron cuenta antes. Y además, perpetra la voltereta acostumbrada que sitúa la responsabilidad fuera de la tiranía comunista. Si ésta se mantiene, sentencia el sabio, no es por culpa de Fidel Castro y sus secuaces sino de (¿no lo adivinan?) ¡Estados Unidos!

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