Menú
Porfirio Cristaldo Ayala

La próxima crisis energética

el mayor coste comúnmente es el que surge de la distorsión de los mercados y la mala asignación de los recursos que origina el intervencionismo. No hay almuerzos gratis en economía

Entre los peores resabios del populismo latinoamericano destaca el desprecio por la disciplina económica y la ignorancia de sus reglas. Los políticos no pueden entender que la economía se rige por leyes tan reales e inflexibles como las leyes físicas. El mercado sanciona duramente a los que pretenden infringir sus normas, del mismo modo que las leyes físicas castigan a quienes creyendo poder volar se lanzan al vacío. Los ejemplos abundan, pero la crisis energética que amenaza a la Argentina es un verdadero paradigma del desprecio a la economía.
 
Hasta hace unos años, Argentina tenía un sector energético abierto y libre que sobresalía entre los más avanzados del mundo. ¿Por qué entonces sus gobernantes no dejan al mercado funcionar libremente para salvar la escasez de gas natural, arriesgando una severa crisis energética con masivos apagones y falta de combustible para calefacción y transporte? El populismo dominante exige al Estado solucionar la escasez sin recurrir al mecanismo de precios del mercado. La izquierda se burla de la economía y la historia que desde hace siglos enseñan que solo el mercado libre remedia la escasez con celeridad y sin traumas.
 
En el mercado, la escasez de un producto se soluciona por sí sola con el aumento del precio, así como el exceso se corrige con la caída del precio. La escasez de gas natural que se agudizó en los últimos años en Argentina debió conducir al aumento de su precio y, por lo tanto, al aumento de las tarifas eléctricas, dado que gran parte de la generación eléctrica se realiza en centrales térmicas a gas. Pese a la impopularidad del aumento de tarifas solo ello puede remediar la escasez. Precios más altos inducen a los usuarios a conservar y a las empresas a invertir más en la producción de gas y electricidad. Una vez que crece la producción y termina la escasez, los precios vuelven a bajar, disminuye la rentabilidad y se contrae la inversión. Lo único que se requiere para que este orden espontáneo funcione es que el gobierno no intervenga el mercado.
 
Pero el gobierno argentino intervino el mercado fijando precios. Los populistas aseguran que es posible salir de la escasez sin costo alguno y que solo se requiere la intervención estatal. Por eso el país está hoy al borde de una crisis. Desde el colapso económico del 2001, el gobierno ha suplantado las leyes de la oferta y la demanda por decretos y órdenes, congelando las tarifas del gas y electricidad en pesos, a un tercio del valor real que estaba en vigor durante la convertibilidad dólar/peso. El congelamiento de las tarifas aumentó la demanda de gas y electricidad, incentivó el consumo excesivo, originó el endeudamiento y quiebra de empresas y el abandono de las inversiones en el sector.
 
Sin inversiones, las reservas de gas cayeron drásticamente, a lo que se sumó la inestabilidad en Bolivia que suministraba gas a Argentina. Para postergar el colapso, el gobierno consiguió que Chávez le venda petróleo y Lula electricidad y prohibió a las empresas de gas cumplir sus contratos de exportación a Chile, Uruguay y Brasil. Pero no fue suficiente. Se trató entonces de atraer nuevas inversiones a la prospección de gas con incentivos tributarios. Pero no tuvo éxito. La inseguridad jurídica creada por el incumplimiento de los contratos firmados por el Estado con las empresas generadoras, transportadoras y distribuidoras de gas y electricidad para el ajuste de sus tarifas, luego que estas invirtieran más de 50.000 millones de dólares en el mercado energético argentino en los años 1990, paralizó por completo la inversión.
 
Pese a todo, los populistas no se han convencido de la necesidad de hacer funcionar el mercado. Aseguran que mediante el congelamiento de las tarifas se evitó el coste social que habría significado el incremento. No ven que los costos que no pagan los usuarios de gas y electricidad en sus facturas necesariamente debe pagarlo toda la población con sus impuestos. Pero el mayor coste comúnmente es el que surge de la distorsión de los mercados y la mala asignación de los recursos que origina el intervencionismo. No hay almuerzos gratis en economía.

En Libre Mercado

    0
    comentarios